Violencia machista, realidad vergonzosa

En la misma madrugada que siguió a la conmemoración del Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, un hombre asesinaba a puñaladas a su pareja y a su hija en un piso de Carabanchel. Al final de esa semana, eran ya cinco las víctimas de la violencia machista, esa lacra que sufren nuestras sociedades y que aún hay gente que defiende que no existe. La realidad les desmiente: En los 11 meses que van de 2023 son ya 55 las mujeres que han sido asesinadas a manos de sus parejas o ex-parejas, superando la cifra del año pasado (49), y aún queda un mes para que la cosa vaya a peor.

En la actualidad diaria, sobre todo si uno acostumbra a leer los periódicos, ver los telediarios o escuchar los informativos radiofónicos, hay muchísimas, demasiadas, situaciones ante las que sentir auténtica impotencia por ir contra toda lógica, contra todo sentido común y contra todo concepto de humanidad, y sin duda ésta es una de las más sangrantes. ¿Cómo es posible que en nuestras sociedades tan supuestamente avanzadas a día de hoy mujeres (y tantas mujeres) sigan siendo maltratadas, vejadas, violadas y asesinadas por hombres, especialmente por hombres que al menos en teoría tenían lazos afectivos con ellas? Personalmente confieso que me resulta imposible ponerme en el lugar de semejantes bestias (no personas) para comprender qué proceso mental actúa dentro de sus cabezas para que tantos individuos obren de tal modo, máxime en la actualidad, cuando se supone que estamos a años luz en términos de igualdad a como se veían estas cuestiones décadas atrás. Pero aunque no podamos entenderlo, ellas siguen muriendo semana a semana.

No soy un experto en estas cuestiones, y no niego que se estén haciendo cosas desde las instituciones para intentar solucionar el problema, pero lo que parece evidente es que, sea lo que sea lo que se esté haciendo, no está funcionando. Y no son de recibo declaraciones como la que hizo el otro día en la Cadena Ser la nueva ministra de Igualdad, Ana Redondo, cuando afirmó que “las mujeres denuncian, pero no todo lo que deberían denunciar ni tampoco su entorno”. Aparte de lanzar la pelota al tejado de las víctimas, revictimizándolas, también la realidad viene a contradecir tal afirmación: las denuncias por violencia machista han crecido un 42% en diez años, y una cuarta parte de las víctimas de este año había denunciado. De hecho tres de las víctimas de la semana pasada habían pedido ayuda a las instituciones públicas, y una de ellas había estado en el sistema VioGén (sistema policial de seguimiento y protección de víctimas de violencia machista), pero su situación no se llegó a identificar como de riesgo, mientras que a otra le había sido retirada la protección como “víctima de riesgo alto y especial relevancia” porque el juzgado decidió que no existían “indicios de que el investigado agrediera a la denunciante”.

De hecho numerosas víctimas coinciden en que la situación más peligrosa para ellas comienza tras efectuar la denuncia, cuando han de afrontar la reacción de su agresor ante este hecho, que marca una escalada en el nivel de riesgo para su integridad y su vida. Así que por favor, den todas las vueltas que tengan que dar a esta situación en sus despachos; diseñen todos los protocolos, sistemas y dispositivos posibles; multipliquen por mil los programas y contenidos educativos en esta materia; y sobre todo doten de muchísimos más medios humanos y económicos a la lucha contra este horror. Porque la situación actual es intolerable, y esto tiene que acabar ya. Ni una víctima más, ni una mujer menos.


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