Navidades en el barrio

Bueno, pues ya están aquí otra vez las Navidades, esas fiestas que solo disfrutan en toda su plenitud los peques de la casa, mientras que los demás añoramos cómo las vivíamos cuando teníamos su edad. No crean que digo esto con amargura, es simple resignación: no es posible competir con tres semanazas de vacaciones, regalos “caídos del cielo” sin ser conscientes de su coste, orgías de dulces y bebidas carbonatadas sin preocupación por la línea ni por el efecto que puedan provocar en un organismo aún no desgastado, y sobre todo sin tener que preocuparte por organizar nada, únicamente disfrutarlo. Y así debe ser, demonios: la niñez es para gozarla todo lo posible, que ya habrá tiempo de pasarlo regular o incluso mal en la vida.

Luego te vas haciendo mayor y cada vez va siendo menos así. Ya no tienes tanto tiempo (más bien muy poquito, cachis…), y encima te toca tu parte en la organización del asunto, lo que incluye esas compras en lugares abarrotados y casi a contrarreloj, “Hay que ver qué caro está todo”, “A ver si puedo cogerme un día, lo aprovecho y soluciono todos los regalos de una tacada”, “Jo, si es que al final siempre me pilla el toro”, etc. A ello se suma que con el pasar de los años cada vez te va faltando más gente, y aunque te acuerdas siempre de ellos, parece que en esta época lo notas más.

En fin, iba a escribir que no me gustan demasiado estas fiestas, pero según tecleo me doy cuenta de que no es del todo cierto: me gusta reunirme con la gente que quiero, disfrutar de una buena fiesta, comer y beber “bien” y hacer y recibir regalos. Así que cualquier excusa para ello me parece estupenda y pienso aprovecharla, que la vida son dos días y los buenos ratos es lo que uno se lleva en la maleta.

Así que voy a terminar con una recomendación: aunque pienso que hay que evitar en lo posible caer en las garras del consumismo desenfrenado, más con la que está cayendo, parece evidente que por la propia dinámica de estas fechas terminaremos gastando algo más de lo que quisiéramos. Y tampoco voy a leer la cartilla a nadie por eso, pues pienso como El Fary que “El dinero hay que ganarlo, pero luego tienes que saber gastarlo”. Así que como eso va a ocurrir, les pido como deseo navideño que en estas fiestas no se olviden del comercio de barrio, pues falta le hace que entre todos le echemos una manita.

Según datos de la FRAVM, “Las ventas del comercio al por menor en la Comunidad de Madrid presentaron en diciembre de 2021 una caída interanual del 1,8%, tras un año de recuperación en el que se dejó atrás lo peor de la pandemia”. Y como me decía hace poco un comerciante al que entrevisté, “un barrio sin comercio es un barrio sin vida”. Por ello, hagamos nuestras compras navideñas en los comercios de barrio. Allí encontraremos trato cercano, una asesoría especializada como no obtendremos en otro lugar (pues años y años dedicados a un género concreto equivalen a dominio y sabiduría sobre dicho género), y a menudo productos muy especiales que solo encontraremos allí (esas magdalenas rellenas de chocolate que hace personalmente el panadero de la esquina, ese queso que le traen al charcutero desde un pueblecito de Guadalajara que sabe a gloria, aquellas deportivas que tenía el zapatero en el almacén y que de repente se han convertido en vintage porque la marca ha cambiado el modelo y el de ahora es más feo)… En definitiva, compremos en nuestros comercios de proximidad, pues haciéndolo estaremos además ayudando a nuestros vecinos y haciendo barrio.

¡Y felices fiestas, queridos lectores!


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