La ‘tombolización’ de la política



ROBERTO BLANCO TOMÁS. Octubre 2018.

Como ustedes ya sabrán, no soy lo que se dice un entusiasta de la política “tradicional”, de partidos, Parlamentos y demás cortinas que enmascaran el auténtico juego: el del poder económico, que es quien realmente hace y deshace. Pero visto el panorama resulta inevitable, pues esto se llama “Tema del mes” y como podrán comprender trata sobre la actualidad, abordar lo que desde hace ya tiempo viene aconteciendo entre nuestra clase política. Que, como todo proceso degenerativo, según avanza gana rapidez en su inmersión hacia la degradación total y más allá.

Me refiero a lo que podrán ver si sintonizan cualquier telediario y se sobreponen al consiguiente estupor para analizar lo que les están presentando. Comprobarán que la mayor parte del espacio informativo dedicado a la actualidad política corresponde a “noticias” sobre la vida personal de tal o cual político (da igual el partido) y a los comentarios que suscitan en el resto (da igual el partido). Si se fijan, el tiempo dedicado a asuntos que de verdad nos afectan al resto de ciudadanos (lo que antes se entendía por “política”) cada vez es menor.

Hasta cierto punto podríamos explicar este fenómeno poniendo la responsabilidad en los medios, y hablar de lo bajo que caen con tal de imponerse en la competición por la audiencia. Claro, los temas personales “venden” más, y por eso son priorizados en la agenda informativa de cada cadena, emisora o publicación periódica. Esta hipótesis cobraría sentido al comprobar que, pese a que cada caso se presenta como algo en lo que hay que llegar hasta el final para que queden a la luz todas las responsabilidades, en realidad pronto son sustituidos en la parrilla por otros nuevos que tienen el tirón que van perdiendo los anteriores. Es la degeneración del periodismo en espectáculo, con los periodistas convertidos en showmen y showwomen.  Lo contrario de lo que se supone que somos. Para esto está quedando la profesión.

Pero no me sirve: si bien es cierto que hay mucho de esto, podemos comprobar que el fenómeno va más allá, y no hay más que contemplar una sesión de cualquiera de las cámaras del Parlamento para darse cuenta. Y es que los propios políticos cada vez dedican más tiempo a lanzarse basura entre ellos que a hablar de las cosas que realmente importan. Es lo que he denominado en el título la “tombolización” de la política, pues la altura del debate cada vez se parece más a los programas de televisión de cotilleo tipo Tómbola (por citar uno ya extinto y así no hacer promoción a ninguno): acusaciones cruzadas, aireamiento de trapos sucios ajenos muchas veces sin venir demasiado a cuento con lo que se está tratando, profusión de argumentos de nivel “y tú más”, descalificaciones que pretenden ser ocurrentes y humorísticas sin conseguirlo ni de lejos, lanzamiento de basura dialéctica, oradores que pierden la calma, vulgaridades jaleadas por los correligionarios… En resumen, un espectáculo lamentable.

No me malinterpreten: me parece estupendo que salgan a la luz las sinvergüencerías de unos y otros, que tengan que asumir las responsabilidades que correspondan y que cada uno sea puesto en su lugar… Pero que salgan donde tienen que salir y actúen quienes tengan que actuar. Porque se supone (y subrayo ese “se supone”) que los políticos no están ahí para eso, sino para resolver los problemas de la ciudadanía. Pues aquí van unos cuantos que les sugiero: los asesinatos machistas (que no descienden, y ya uno solo sería intolerable), la factura de la luz (que bate records, y “se acerca el invierno”, que dirían en Juego de tronos, y aquí tenemos la pobreza energética, que da mucho más miedo que los “caminantes blancos”), las pensiones (que ya está bien de dar mala vida a nuestros mayores, después de toda una ídem currando), el empleo (o debería decir, tal y como está la cosa por todo lo que han permitido hasta ahora, “los apaños precarios para poder comer”), la vivienda (otra vez en pleno hinchado de la burbuja, que nos va a volver a estallar en la cara) y un larguísimo etcétera. Así que déjense de cotilleo y peleas de recreo y pónganse manos a la obra con lo que de verdad nos importa. Y si no lo van a hacer, mejor se van todos, oigan.

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