Eurodivisión

Bueno, pues finalmente España (y más concretamente RTVE) no participará en el Festival de Eurovisión, después de que los miembros de la Unión Europea de Radiodifusión, entidad organizadora de dicho festival, aprobaran seguir dando vergüenza ajena y asco manteniendo a Israel (que además nunca ha sido parte de Europa, fíjate tú qué cosas) en la edición que se va a celebrar en 2026. Además de España, tampoco participarán Países Bajos, Eslovenia e Irlanda por el mismo motivo; únicamente las radiotelevisiones de estos cuatro países, así como los trabajadores de Radio y Televisión de Portugal (contrarios también a la participación), han demostrado tener un poco de vergüenza. En las demás (salvo quizá en la de Islandia, que se lo está pensando) ni la hay ni se espera que la haya.

La argumentación principal de la UER para seguir contando con la radiotelevisión del Estado genocida israelí va por la línea de que la política debe estar fuera del festival, una excusa idiota que nos toma a todos los europeos por ídem, ya que en Eurovisión siempre ha estado muy presente la política, y de hecho el festival ha tomado decisiones políticas cuando lo ha creído conveniente, la más reciente de ellas la de excluir a Rusia (que sí está en Europa) tras la invasión de Ucrania, para la que en cambio en su momento hubo unanimidad. Una nueva prueba de que la hipocresía preside las relaciones internacionales y la política en general: no hay problema en excluir a quien me cae mal, pero a los socios y amiguetes se lo permitimos todo, sobre todo cuando una de sus empresas paga mucho de la fiesta. Total, ¿qué es asesinar como mínimo a setenta y pico mil personas, buena parte de ellas niños, mujeres y ancianos? Llamémoslo “derecho a defenderse”, y a otra cosa, mariposa... Además, ahora se les ha impuesto una “paz” a la medida de Trump y Netanyahu, e Israel solo ha asesinado a cientos de personas desde que entró en vigor, ¿qué más quieren estos desagradecidos?

Así que de momento acaba aquí la relación (el “idilio”, lo llaman algunos y algunas, entiendo que para estar a tono con la horterada eurovisiva) que empezara allá por 1961, en la sexta edición del festival, cuando España participó por primera vez en el mismo con Conchita Bautista y su Estando contigo. De hecho, el régimen franquista lo utilizó no poco para intentar blanquear su imagen, cosa que también le permitió esa Europa tan democrática. Como ven, nada nuevo bajo el sol. Y a fe mía mucho ha tardado en romperse el amor (pues nada, me sumo gustoso a la horterada), ya que desde el 7 de octubre de 2023 la cosa ha sido bastante lamentable, con la negativa a expulsar a Israel del concurso, la amenaza de multar a RTVE si hacía mención a la situación en Gaza durante la final del año pasado, las muy fundadas sospechas de manipulación del televoto y la censura a todo tipo de protesta durante el festival.

Decisiones como la que ha tomado RTVE son buen ejemplo de una de las líneas que, al menos a juicio de quien esto suscribe, pueden construir una respuesta efectiva de nuestras sociedades a la intolerable actuación del Estado israelí, que lleva desde su creación en 1948 vulnerando el derecho general humanitario y las directivas y resoluciones de la ONU y perpetrando un genocidio contra el pueblo palestino, al que quiere borrar del mapa y de la historia de Oriente Próximo para edificar su proyecto supremacista en un territorio que no le pertenece mediante la aniquilación total de la población aborigen, su historia y su cultura. Ante este escenario, vista la poca disposición (o más bien la complicidad) de la comunidad internacional a actuar, el poder militar del Estado israelí y su proceder extremadamente violento hacia la población palestina, los países vecinos y en general todo aquel que le lleve la contraria lo más mínimo, una de las primeras cosas que cabe hacer es señalar a ese Estado genocida y hacer todo lo posible para que se vea reducido al lugar que merece en el mundo: el de un apestado, un paria. Negarse a participar en Eurovisión junto a una representación de dicho país es una de las formas de hacerlo, y habría que hacer lo propio en todo evento, competición, foro o lugar donde se reúnan personas decentes, porque no lo son quienes tratan con genocidas.

Foto: Wojciech Pędzich


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