Vaya plan…
ROBERTO BLANCO TOMÁS, 8 de octubre de 2025
No es poca cosa; por el contrario es lo máximo que “el pueblo llano” puede hacer por su cuenta, y mucho más: cruzar el Mediterráneo en decenas de barquitos coordinados e intentar alcanzar, totalmente indefensos, un lugar donde uno de los Ejércitos más potentes del mundo (el 15º según el ranking de este año realizado por el portal Global Fire Power) está volcando todo su potencial destructivo sobre una población, ser capturados en aguas internacionales, llevados a Israel, encarcelados, maltratados, torturados, vejados… Desde luego, va mucho más allá de lo que estaría dispuesto a hacer el ciudadano medio, y constituye un claro ejemplo de heroicidad que brilla con luz propia en estos tiempos tan oscuros que vivimos. Han regresado en dos tandas, de 21 y 27, y aún queda en sus garras una compatriota, a la que esperamos que esa gentuza ponga en libertad lo antes posible. Bravo y muchísimas gracias, compañeros y compañeras.
Mientras, otra flotilla navega hacia allá con el mismo objetivo, y si tampoco lo consigue, la idea es que salga otra, y otra, y otra... Como digo, es lo máximo que, dentro de sus posibilidades, la sociedad civil puede hacer para intentar parar este genocidio. Para realizar acciones más contundentes habría que ser más poderoso, y eso hoy en día queda en el terreno de los Estados. Lamentablemente, la mayoría parece apoyar el “plan de paz” que han urdido el presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, y el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, esto es, entre el tipo que quiere construir un resort en Gaza y el tipo sobre el que pesa una orden de arresto de la Corte Penal Internacional “por crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra”, y por supuesto sin haber contado para nada con el pueblo que está siendo masacrado por el segundo con la ayuda del primero. Lo más alucinante es que parece que la idea no chirría demasiado en lo que conocemos como “la comunidad internacional”…
Y es que aceptar el plan es dar la razón al bully, al matón, al que se ha permitido masacrar sin freno de ningún tipo a la población civil de la Franja (ya más de 65.000 personas muertas estimadas, tres cuartas partes de ellas mujeres y niños, aunque según la relatora de la ONU sobre los territorios palestinos ocupados, Francesca Albanese, tendríamos que empezar a pensar en una cifra más de diez veces superior, en torno a los 680.000). Exigiendo además un plazo de 72 horas para que Hamás libere a los rehenes pero no precisando plazo alguno para que el Ejército israelí se retire del territorio. Sabiendo además que Israel va a faltar a cualquier obligación que le suponga, como ha hecho otras veces, como viene haciendo a lo largo de toda su historia. Poniéndose el propio Trump, cómo no, a la cabeza de la supervisión del plan y a cargo de diseñar la reconstrucción del enclave, que ahí hay negociete.
Por otra parte, el plan no habla para nada de Cisjordania, territorio palestino ya plagado de colonias ilegales israelíes, que poco a poco han ido aislando a la población aborigen y arrebatándola sus recursos naturales. Lo que hace pensar que, arrasada Gaza y masacrada su población, nada va a detener tampoco al Estado israelí en su pretensión, anunciada ya en multitud de ocasiones, de terminar quedándose también con Cisjordania y completar su genocidio del pueblo palestino, ya en marcha también allí.
Por todo ello, la comunidad internacional debería actuar ya, y con contundencia, para parar el genocidio en curso y llevar a Netanyahu y sus compinches ante la Justicia. En este escenario, realmente la mayor presión efectuada por la Flotilla Global Sumud lo ha sido sobre nuestros Gobiernos occidentales, elevando la tensión en las calles, visibilizando la doble moral de las políticas hasta el momento y subiendo el nivel del debate sobre este tema. Ése es el camino y hay que seguir así, por lo que reitero: bravo y muchísimas gracias.