Las ideologías

Las ideologías que en algunos momentos históricos se imponían y mostraban su utilidad para orientar la acción e interpretar el mundo en que se desenvolvían tanto individuos como conjuntos humanos fueron desplazadas por otras, cuyo mayor logro consistió en aparecer como la realidad misma, como lo más concreto e inmediato y exento de toda “ideología”.

Así, los oportunistas de otros tiempos que se caracterizaron por traicionar todo compromiso, aparecieron en las épocas de la crisis de las ideologías llamándose a sí mismos “pragmáticos” o “realistas”, sin saber de dónde provenían tales palabras. En todo caso exhibieron con total impudicia su falso esquematismo presentándolo como el máximo nivel del “desarrollo” de la inteligencia y la virtud.

Al acelerarse el cambio social, las sucesivas generaciones se alejaron entre sí más rápidamente, ya que el paisaje humano en que se formaron se distanció progresivamente del paisaje humano en que debían actuar. Esto las dejó huérfanas de toda teoría y de todo modelo de conducta. Por tanto, necesitaron dar respuestas cada vez más veloces y más improvisadas haciéndose “coyunturales” y puntuales en la aplicación de la acción, con lo cual toda idea de proceso y toda noción de historicidad fue declinando, creciendo en cambio una mirada analítica y fragmentaria.

Los cínicos pragmáticos resultaron ser nietos vergonzantes de aquellos esforzados constructores de “conciencias desdichadas” e hijos de quienes denunciaron a las ideologías como “enmascaramientos” de la realidad. Por ello, en todo pragmatismo quedó la huella del absolutismo de familia. Y así se les escuchó decir: “Hay que atenerse a la realidad y no a teorías”. Pero esto les trajo innumerables dificultades cuando emergieron corrientes irracionalistas que a su vez afirmaron: “Hay que atenerse a nuestra realidad y no a vuestras teorías”.


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