Exposición temporal de Aitor Ortiz: ‘Entre arquetipos y artefactos’

En el Museo Lázaro Galdiano, hasta el 27 de abril

Más de 60 obras (fotografías, esculturas de pequeño y gran formato, instalaciones) de Aitor Ortiz se unirán a la colección del museo por las diferentes salas y jardín de Parque Florido, en un diálogo, entre lo técnico y lo artesanal, que invita a reflexionar sobre las fuerzas, volúmenes y superficies que dieron forma a nuestra cultura material y a la estética destilada por los procesos industriales y productivos de la sociedad contemporánea.

Las obras de Aitor Ortiz (Bilbao, 1971) parecen evocar escenarios próximos a una suerte de distopía melancólica y desnuda, como vestigios de una ciudad “inhabitada” cuya memoria permanece a través de esa mirada en blanco y negro que plasma sobre acero, aluminio, tinta, en oquedades, curvas, superficies y volúmenes traspasados por la luz.

Planchas y armazones de más de dos metros, piezas y engranajes, virutas y astillas —extraídas de su contexto y funciones originales— se presentan en esta muestra como objetos que contienen memoria y, a la vez, como un desafío perceptivo con múltiples lecturas. En la depuración formal que caracteriza esta exposición, los objetos adquieren el aura de los arquetipos, la conexión con la materialidad del quehacer industrial y con las marcas del trabajo humano. Las obras transitan del documento a la exploración conceptual; del archivo a la resonancia simbólica, planteando, así, una serie de cuestionamientos que, a lo largo de la historia, han estado relacionados con la consideración de la obra de arte, el coleccionismo, el sentido de la belleza o la exclusividad. De ahí este diálogo entre lo técnico y lo artesanal con la colección del Lázaro, que invita a reflexionar sobre la transformación de los objetos a través del tiempo, rescatando las huellas de las prácticas que han dado forma a nuestra cultura material. “Lo que me interesa son esos espacios entre el hecho u objeto representado y la manera en la cual se representa, además de cómo lo percibimos”, asegura. Es decir, no son trabajos que busquen documentar las transformaciones del paisaje —a la manera de Andreas Gursky o Edward Burtinsky—, sino que se sirven de estas transformaciones para evocar escenarios despojados de ornamentos o cualquier otra distracción. “Lo que no miramos con intención, no se ve a simple vista”, explica Ortiz, a quien el hecho de trabajar en blanco y negro le permite generar una distancia con la realidad para observar las imágenes, según afirma.

Las fotografías de Aitor Ortiz invitan al espectador a mirar desde otra perspectiva, libre de las limitaciones que imponen un contexto. Son más de 45 las que componen Entre arquetipos y artefactos, pertenecientes a sus series Metaflora (2021), Estorninos (2020), Amorfosis (2015) y Net 010 (2012). Impresiones sobre aluminio con un aura de clasicismo, atemporalidad y misterio. La mayoría de las fotografías han sido realizadas en formato vertical, enfatizando su carácter escultórico. Como lo son sus trabajos en planchas de acero de gran tamaño de las series Nóumenos (2013) o Vicinay (2018). “Ambas series exploran las propias limitaciones de la fotografía como medio de representación y establecen conexiones con otras disciplinas limítrofes”, comenta. Vicinay, por ejemplo, es un proyecto realizado en la antigua fábrica de cadenas homónima, con motivo de su desmantelamiento. Las toneladas de cadenas producidas han dejado una huella inscrita a su paso por el suelo de la fábrica, y de ahí estas obras, imágenes grabadas en planchas de acero de 1,25 x 2,50, y de un centímetro de grosor, como sublimaciones de la actividad realizada.

La exposición cuenta, además, con cinco de sus más recientes esculturas, pertenecientes a la serie Lanaval (2025). Piezas inéditas en acero inoxidable patinado que juegan con el volumen, la perspectiva y las formas.


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