¿Somos los españoles los más crédulos de Europa?



ANA DE GÓNGORA. Febrero 2019.

Parece ser la opinión predominante que en el resto de países la mayoría de personas procuran cerciorarse de que las informaciones que les llegan son veraces antes de propagarlas, sobre todo si son ofensivas, degradantes o marcadamente anti lo que sea. Si somos honestos y cívicos, antes de divulgar cualquier información constataremos primero si es veraz cuanto dice. Y por muy de nuestro gusto que sea, debemos desechar contribuir a difundir o aplaudir un bulo, una falacia o como se dice actualmente: “fake news”, no sé si por suavizar el concepto o por alardear de nivel de inglés.

Sencillamente puede llamarse “mentir”, y para quienes usamos internet, así como podemos encontrarnos con infinidad de engaños y de falsa información, también contamos con la posibilidad de contrastar la misma buscando medios fiables o recurriendo a algunas páginas que se dedican precisamente a eso, comprobar si las noticias son ciertas o falsas. Por ejemplo, hay una página española: maldita.es. El nombre viene de la versión más conocida y específica: “maldita hemeroteca”, que comenzó por contrastar declaraciones recientes de políticos con las que hicieron en otras ocasiones, bien porque se contradigan según la ocasión o por ser repetidas como un mantra aunque se haya demostrado que no son ciertas o por estar fuera de contexto.

Especialmente, hay políticos que cuando tienen auditorio, micrófonos y cámaras pueden decir auténticos despropósitos. Bombardear con infinidad de datos y cifras sin contrastar y falacias sin fin que quien quiera molestarse en comprobarlo podrá ver que son mentiras, bulos, que solo pueden servir para provocar miedo y alterar los ánimos, sembrar odio y provocar ira. Podría pensarse que es una forma torticera de querer romper el sistema democrático desde dentro y sirviéndose y aprovechándose de las ventajas que garantiza el propio sistema.

En resumen, creo que somos los ciudadanos quienes tenemos que tomar conciencia de nuestros derechos y responsabilidades. Que no debemos dejarnos manipular ni por los cantos de sirena de los salvapatrias ni por las sirenas de alarma de los catastrofistas. Tampoco sirve el pasotismo ni el derrotismo del “todos son iguales”. Más importante que lo que dicen o prometen los políticos es lo que llevan en los programas electorales: hay que leerlos y ver si realmente hay un proyecto detallado y el grado de compromiso y capacidad para realizarlo; hay que tener información real de su financiación y sus compromisos con bancos, con grandes empresas, puertas giratorias... Para que de una vez se tomen las medidas necesarias, se pongan en marcha y se resuelvan las cuestiones pendientes.

Si de verdad queremos que mejore nuestra sociedad, tenemos que implicarnos y, sobre todo, ser conscientes de que nuestra mayor fuerza es el voto, aunque sea nulo. Si no votamos favorecemos que siga repitiéndose la misma inercia de siempre, otra vuelta de tuerca.

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