¿Estamos asistiendo al fin de una era?

ANA DE GÓNGORA.

Hace tiempo que en el ambiente esotérico, paracientífico y espiritual (sin acepciones o adscripciones eclesiásticas) se viene hablando de la nueva era. El caso es que sí parece que estamos viviendo el final de una era; la era industrial que culmina con la globalización de la economía que predomina brutalmente por encima de los valores éticos y morales, despreciando a los seres humanos que quedan fuera de su ámbito elitista. Y precisamente es este afán de dominio desaforado el que ha llevado a la sociedad a un consumismo exagerado y, al mismo tiempo, ha dejado a una gran mayoría de ella en la marginalidad, no pudiendo cubrir en muchos casos ni las necesidades más básicas. Así, al no tener en cuenta a las personas como tales, los mismos que han generado este sistema están acabando con él.

Los cambios de era no se producen de un día para otro. No son como el cambio de año, que basta con las campanadas y cambiar el calendario del año anterior por el del siguiente. Los de era conllevan largos períodos de confrontación y crisis entre los que se aferran a lo anterior, desconfiando de “lo nuevo”, y los que miran el presente y al futuro, viendo la necesidad de cambiar medios y costumbres obsoletas por otras innovadoras y más adecuadas para mejorar la vida.

Pues bien, actualmente hay verdaderos dramas, situaciones límite para gran parte de la población mundial, pero quienes temen los cambios y prefieren seguir bajo el imperio de la macroeconomía haciendo oídos sordos a las alarmas sobre el cambio climático y la degradación del medioambiente, etc., prefieren asustar recurriendo a fantasmas del pasado, a símbolos e ideas caducas en lugar de buscar la forma de adaptarse a los nuevos tiempos. En cincuenta años la tecnología y la ciencia han progresado más que en los dos siglos anteriores, y mientras hay mentes que han ido avanzando y progresando al mismo ritmo. Hoy tienen al alcance de su mano toda la información que quieran buscar a nivel mundial, así que no les sirven las viejas consignas, ni se fían de informaciones que no puedan contrastar.

En fin, habrá que elegir entre ser junco o rama, como dicen los orientales: el junco pervive porque se deja inclinar o mecer por el viento que sopla. La rama se quiebra y termina.

 

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