Empezamos 2019 y parece otra vuelta de tuerca del año precedente






ANA DE GÓNGORA. Enero 2019.





Acabamos el año igual o peor que empezamos el 2018. Parece que nuestro país, y el mundo entero, es un gran tiovivo girando permanentemente, y dan ganas de gritar: “¡Párenlo, que me quiero bajar!”.





La gran
mayoría de los políticos viven de la política pero carecen de las cualidades y
capacidad para serlo, y esto es algo que los votantes deberíamos reconocer y
exigir a quienes quieren nuestro voto. Debemos hacerles comprender que
necesitamos que quienes pretenden representarnos demuestren de palabra y con
sus actos que se comprometen y asumen la responsabilidad que adquieren con
nuestro voto. Que no somos un club de fans de fulano o mengano, o de un partido
político u otro.





No debemos
aceptar que sigan permanentemente con el juego de banderas mareando y
distrayendo la atención de temas mucho más transcendentales. Muchos de ellos
podrían estar resueltos ya si unos no usaran las banderas como palos en las
ruedas y otros se decidieran a actuar en lugar de dudar y decirse y desdecirse
constantemente. Los políticos que se presentan a unas elecciones deben tener
claro que esto es un servicio ciudadano, un compromiso con sus votantes, y si
llegan a acceder a un cargo público su compromiso es con toda la ciudadanía.





Un buen
político debe informarse e interesarse por los problemas y preocupaciones
reales de la sociedad, y su discurso debe trasmitir el interés por buscar
soluciones, saber escuchar y tener capacidad de diálogo, buscando más el
consenso o, cuando menos, facilitar acuerdos puntuales para solucionar
problemas concretos. Debe saber distinguir que debate es tratar de exponer y
escuchar puntos de vista distintos; que por gritar más no se tiene más razón, y
eso se denomina “bronca”, algo a lo que un buen político no debe llegar nunca;
eso queda para los espectáculos que montan en televisión llamándolos “debate”
sin serlo.





Y, sobre todo,
un buen político no debe hacerse eco de cualquier rumor que le llegue sin
verificar cuánto hay de cierto, por muy favorable que le resulte. Ante todo
debe demostrar su veracidad en cuanto afirma y que no puede honestamente
provocar miedo, incitar al odio ni a la ira e incluso a la violencia.





Los votantes debemos tener la
madurez suficiente para diferenciar la honestidad de la falacia, y quien es
capaz de falsear la verdad por lo que es la versión a su conveniencia, para mí
al menos, no es digno de representarnos.A



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