Si hubiera terceras elecciones…



MARÍA DEVESA.

— Se le saluda, don Besugo Número Uno…
— ¡Se le corresponde, don Besugo Número Dos!
— ¿Me permite una pregunta personal, querido amigo en la besuguez?
— Naturalmente, querido colega en la ineptitud.
— Ese semblante de irritación que exhibe usted, ¿se debe a la convocatoria de las terceras elecciones generales en nuestro país?
— Sí, por cierto.
— ¿Y podría razonármela, si no es indiscreción?
— Naturalmente.
— Pues adelante.
— Verá usted, hermano en el cretinismo: las elecciones se convocan para que elijamos a los señores en los que se deposita nuestra soberanía, según nuestro sistema de democracia representativa. Lo hicimos así el invierno del año pasado, y ocurrió que el resultado no les acomodó a los partidos que estaban inscritos en la competición.
— Lo recuerdo perfectamente.
— Entonces, como no les acomodaba, nos hicieron repetirlas el 26J.
— Así fue.
— Y como tampoco arrojaron los números que les convenían, nos obligan a volver por tercera vez a las urnas.
— En efecto.
— Pues lo que me irrita es que si ya dijimos, no en una ocasión sino hasta en dos, en quién delegábamos nuestra representación, nos digan que no les gusta, y que lo repitamos cuantas veces sea necesario hasta que la cosa se ajuste a sus intereses, cuando son ellos quienes se deben ajustar a los nuestros.
— ¿Sabe una cosa? Creo que, aunque besugo, está usted cargado de razón.
— Y además, con lo que las convocatorias cuestan... Como mínimo ciento cincuenta millones de euros cada una, que salen de los bolsillos de nuestros impuestos para besugos. Si las repiten, pues que las paguen ellos.
— Eso también es verdad.
— Es que nos toman por zoquetes…
— ¿Sabe…? No es que nos tomen. Es que lo somos, como reconocemos a cada instante.
— Claro. Si no fuéramos tan besugos, ya no habríamos ido a votar por segunda vez.
— Pero como lo éramos, fuimos.
— Y como seguimos siéndolo, volveremos a ir porque, según nos dicen, es nuestra obligación de besugos.
— En fin: que usted lo vote bien, que para eso es tonto del haba, don Besugo Número Uno.
— Lo mismo digo, don Besugo Número Dos…


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