Estupiceno

Para José Manuel Sánchez Ron

El distinguido científico y divulgador que es José Manuel Sánchez Ron escribía hace unas semanas en El Cultural un artículo con el título de Antropoceno. En él se refería a Paul Crutzen, premio Nobel de Química en 1995, como responsable de tal neologismo.

Relataba cómo, en un congreso científico celebrado en 2000 en Cuernavaca, se había utilizado repetidamente el término “Holoceno” para denominar la época geológica comenzada después de la última Edad de Hielo hasta la actualidad; y que le molestó hasta el extremo de estallar: “Ya no estamos en el Holoceno. Nos encontramos en el Antropoceno”. Con tal término, etimológicamente derivado del griego [antropos: hombre; kainós: reciente], se refería al intervalo de tiempo durante el cual las acciones humanas tienen efectos drásticos sobre la Tierra y sus ecosistemas.

El vocablo cosechó éxito, hasta el extremo de que el 21 de mayo de 2019 la subcomisión de Estratigrafía Cuaternaria de la Unión Internacional de Ciencias Geológicas votó su inclusión como “unidad formal crono-estratigráfica”.

Pues quien esto escribe, con los debidos respetos, discrepa de esa Unión Internacional y del mismísimo señor Crutzen: no estamos en el Antropoceno, sino en el Estupiceno.  Estupiceno, término que deriva del latín [stupidus: estúpido], porque para necia y falta de inteligencia, la acción del hombre reciente sobre el medio en el que se halla inmerso. En el último siglo y en lo que va de éste no hace otra cosa que pasarse de la raya con su preponderante organización económica y social. Se pasa económicamente desde que estableció como meta suprema el turbocapitalismo; y se pasa socialmente desde que se convirtió en adicto al megaconsumo. Consecuencias de ambos son el calentamiento global y la civilización del usar y tirar, es decir, la civilización de la basura.

Como si fuese una madre vigilante de nuestros excesos de niños malos, la naturaleza nos ha soltado ese guantazo que es el actual SARS-CoV-2 que padecemos; para abrirnos los ojos, para que tomemos conciencia de nuestra iniquidad.

La pandemia evidencia dónde nos estábamos pasando de límites: al convertir el turismo en una industria primordial para nuestra supervivencia, la hostelería en fundamental, las festivas en básicas… En eso habíamos fijado del modo más estúpido nuestros horizontes laborales y lúdicos.

La COVID-19 ha venido, todo el mundo sabe cómo ha sido. Pero no ha llegado porque sí, sino para que nos percatemos de qué extremos de estulticia habíamos alcanzado. Pues el abajofirmante abriga la sensación de que de percatarnos, nada. Seguimos sin reconocer qué cotas de insensatez llevamos superadas y cuán recomendable debería ser una reflexión inteligente y un replanteamiento social y económico a nivel global. Lo que hacemos, en cambio (mientras soñamos con las vacunas milagrosas que nos están inyectando), es suspirar, penar y anhelar por la vuelta del turbocapitalismo galopante y del megaconsumo desbocado, es decir, por la majadería universal.

Todo ello refuerza la tesis expuesta al principio: no vivimos en el Holoceno ni en el Antropoceno; estamos metidos hasta las cejas en el Estupiceno. Y que no nos saquen de él.

Como decía el antiguo refrán: “sarna con gusto no pica”. Bueno, será a los demás. Porque al infrascrito le pica cantidad.

Y no para de rascarse.



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