Dios no juega a los dados

Hay una frase que los físicos repiten hasta la saciedad; una frase con la que se llenan la boca; una frase que pronunció en cierta ocasión Albert Einstein para rebatir la intervención del azar en los senderos de la ciencia: “Dios no juega a los dados”. Ya puede usted discutir esto o lo otro con los físicos hablando del azar y la necesidad, que le darán unas palmadas en la espalda y, con sonrisa paternal, comentarán: “Nada, nada. Que Dios no juega a los dados”.

Bien.

No lo discuto.

Lo acepto.

Dios no juega a los dados.

Pero desde que tengo uso de razón no me abandona la impresión de que el Creador juega a los barcos. A ese juego con el que nos entreteníamos durante las clases aburridas del colegio, en el que en un papel cuadriculado situábamos naves de diverso tonelaje mientras nuestro adversario hacía otro tanto, y por sistema de tanteo y enunciado de coordenadas tratábamos de eliminar. “A7”, decíamos. “¡Agua!”, nos contestaban. “C4”, atacaban a continuación. Y a veces debíamos confesar: “¡Tocado!”. Así seguía el entretenimiento, con disparos a izquierda o derecha hasta que uno declaraba: “¡Hundido!”;  y se seguía hasta eliminar la flota del oponente.

Se trataba de un pasatiempo simple, pero tan efectivo que lo jugamos nosotros en nuestras escuelas, lo jugaron nuestros hijos en las suyas y todavía sigue siendo motivo de diversión en las de nuestros nietos en sus colegios.

Pues yo creo adivinar una especie de solaz por parte del Todopoderoso muy similar al de los barcos, opinión que se fortalece con el transcurrir del tiempo. El juego consiste en la gente que conocemos y se va muriendo a nuestro alrededor, de la que piadosamente decimos que Dios ha llamado a su seno. Para mí, al principio, más que entretenimiento de barcos era cosa de bombardeos, dada mi condición de niño de la guerra del 36. Cuando era muy jovencito y fallecía un tío mío cargado de años, o un vecino que era un vejestorio, yo, que había sufrido los consiguientes bombardeos, establecía un símil muerto-bomba y pensaba con la psicología de la época: “Ésa ha caído lejos”. Había caído lejos porque la edad del difunto estaba lejísimos de la mía, y nuestra relación resultaba remota. Al paso de los años las defunciones se han ido aproximando de modo alarmante, hasta el punto de que ahora, cuando te llaman por teléfono para comunicarte un deceso, o te topas con una necrológica, resulta que es de un colega con el que has estado estrechamente unido durante media vida, o un compañero de tu edad. “¡Ésta casi me ha dado!”, no puedo por menos que pensar, sobre todo si el muerto, además de amigo, tenía tres o cuatro años menos que yo.

Si nuestro destino depende del Padre Eterno y es Él quien decide que nuestro paso por este mundo ha terminado, con el más infinito de los respetos a la divinidad debo decir que este sistema de los muertos íntimos y próximos alrededor de uno me producían la sensación de que estaba jugando a una cierta suerte de juego de bombardeos. Hasta que, comentándolo con uno de mis íntimos, puntualizó: “No, no. Es el de los barcos. Yo estaba tan bien, y ahora me tienen que hacer una biopsia de próstata. Luego mi condición náutica es la de ‘tocado’. ¿Y te acuerdas de Fernández, el primero del cole? Pues primero tuvo una angina de pecho (tocado), luego le hicieron un doble bypass (segundo blanco), y anteayer le realizaron un trasplante de corazón (tercera diana). Así que ya sabes; de la próxima no sale. A la cuarta, hundido”. Sus palabras me convencieron.

De acuerdo con el señor Einstein, físicos y demás: Dios no juega a los dados. Pero juega a los barcos. Y lo que se me antoja peor de este asunto es cuando los barcos tomamos conciencia del juego.

________________
Hasta siempre, PGarcía

Al cierre de esta edición hemos recibido la triste noticia de la partida de nuestro amigo y colaborador PGarcía, y siendo el coordinador de La Golondriz, esta sección llega a su término.

Con cariño para nuestro entrañable P., deseamos que tu viaje a otro tiempo y espacio sea lo más integrador y liviano.

Siempre contigo en el corazón y la memoria.


  Votar:  
  Resultado:  
  1 voto