Diego de León, en ‘Cartas en el tiempo’



CARLOS RODRÍGUEZ EGUÍA. Junio 2018.

La calle de Diego de León se extiende desde el barrio de Castellana hasta el de Lista, desde que en 1884 se amplía lo que hoy día es el distrito de Salamanca. El teniente general cordobés Diego de León (30 de marzo de 1807-15 de octubre de 1841), que da nombre a la calle, ha sido actualidad en el pasado mes de abril, al emitir la cadena 2 de TVE el primer capítulo de la serie Cartas en el tiempo. En ese capítulo, se recuerda una carta de Diego de León. No es una más. Ni tampoco como la que inspirara a Ramón de Campoamor estos versos: “Mi carta, que es feliz, pues va a buscaros, / cuenta os dará de la memoria mía.” Cuando esa carta llegue a su destino, como en el poema de Campoamor, “el cuerpo en que mi espíritu ha vivido / ya durmiendo estará bajo unas flores.”

Efectivamente, la carta que Diego de León escribe a la esposa, en la noche anterior a su fusilamiento, llega a la destinataria cuando el cuerpo del teniente general yacía en un nicho a ras del suelo, pero sin flores, en un patio del cementerio de la Puerta de Fuencarral, entre las calles Arapiles, Magallanes y San Bernardo. Dos años después, la viuda consigue trasladarlo a la Sacramental de San Isidro, compartiendo sepultura con el polifacético Meléndez Valdés, el compositor Barbieri y esposa.

En la carta, Diego de León comenta lo que dicen sus amigos: “que la sentencia que sobre mí ha recaído es injusta.” Pero reconoce que “cuando Dios lo consiente lo tendré merecido.” Pide a su “amada esposa” que no solicite verle. No quería que con la “cariñosa presencia” de ella se quebrantara “el vigor que necesito para morir como he vivido.” Le pide que lleve a sus hijos “por la senda honrada que anduvo su padre.” Más adelante, afirma: “El que vivió caballero, es menester que muera cristiano”. Se despide con estas palabras: “Tuyo hasta exhalar el último suspiro.”

Su meteórica y brillante carrera militar termina, al participar en el levantamiento contra el regente Espartero, cuando intenta restaurar en la regencia a María Cristina, exiliada en Francia. Fracasado el intento de asalto al palacio real, Diego de León cae herido al saltar una zanja con su caballo. El comandante del regimiento de húsares que le perseguía le da alcance y le propone que huya a Portugal. Diego de León rechaza la oferta y es conducido preso a Madrid. Juzgado por un consejo de guerra, es condenado a muerte, acusado de sedición militar, el 14 de octubre de 1841, y fusilado al día siguiente. Dirigiéndose a los soldados que le iban a fusilar, les ordena: “No tembléis, al corazón”.

El personaje liberal Diego de León ha sido tratado literariamente por Pérez Galdós (sobre todo capítulos IV-VIII de Los Ayacuchos, 1900, en la serie Episodios nacionales) y Baroja (reportaje La expedición de Gómez, 1935, y artículo El fusilamiento de Don Diego León, en Vitrina pintoresca, 1935).

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