Los hotelitos de La Guindalera

Hasta 1905, el paseo de Ronda (Francisco Silvela) y la plaza de la Alegría (Manuel Becerra) no se comenzaron a empedrar, siendo éstos los límites más cercanos al Madrid ya urbanizado de La Guindalera vieja. La Guindalera (la Guindalera vieja, las Ventas de Espíritu Santo, Madrid Moderno, El Parral y Parque de las Avenidas) era aún un barrio del extrarradio (y aún lo fue hasta bien entrados los años cincuenta) todavía poco salubre y con calles polvorientas (aún sin adoquinar). Casas terreras, hotelitos, fundiciones, tejares y vaquerías ocuparán paulatinamente un territorio aún por urbanizar y que costaba enlazar con el moderno Barrio Salamanca.

Gran parte de ella pertenecía a los condes de Villapadierna, que entre 1860 y 1864 crearon una sociedad inmobiliaria para edificar libremente casas ventorro, villas u hotelitos (a los albañiles les obsequiaron la posibilidad de adquirir pequeñas casas terreras por módicos precios). Mientras tanto, los condes aprovecharon un terreno catalogado por el Ayuntamiento como tierras de labor, situado en la parte norte de la manzana 229 (Claudio Coello, Goya, Lagasca) para construir el Palacio de Villapadierna (1892), en cuyo terreno se ubica un edificio funcional y el IES Beatriz Galindo.

Retomando nuestro interés, la existencia de hotelitos sería un hecho consumado diez años después, dado que la Comisión de Ensanche (1874) del Ayuntamiento de Madrid tuviera que ver con buenos ojos dichas edificaciones y licenciarlas (1882). Podemos citar varios: Ardemans 17, Alonso Heredia 19 y 21, Lozano (ahora Pintor Moreno Carbonero) 10, Ferrer del Rio 10 y 30, Pilar de Zaragoza 43, Martínez Izquierdo 21, Cartagena 9. Disponen de proporciones diversas y constaban básicamente de vivienda (dos plantas), jardín, palomar, gallinero y guarda.

Por ejemplo, en Ferrer del Río, el n.º 10 se puso a la venta por 70.000 pesetas. Y el n.º 30 eran 21.325 m2. Contaba con cuadras, gallineros, cenadores, emparrados de hierro, tres estanques de fábrica (con agua proveniente del canalillo, el de Isabel II que ya mencionamos en artículos anteriores), plantaciones de frutales y huertos de hortalizas. Aunque su uso era de recreo, también conocemos otras utilidades.

En un breve interludio (1882), los niños de San Ildefonso fueron alojados en un hotel de La Guindalera, trasladados forzosamente por el gran deterioro de su célebre colegio sito en la carrera de San Francisco 3 antes de ser reubicados en la calle de Alfonso VI.

En Ferrer del Rio 18 (actualmente la parroquia Virgen de la Providencia y San Cayetano) se alojó el periodista y autor teatral Felipe Pérez y González (1854-1910), autor del libreto de la zarzuela La Gran Vía y creador de la revista de cultura del mismo nombre.

Manuel Azaña se alojó en uno de estos edificios, en el entorno de Las Ventas

 

Sabemos que Manuel Azaña (1880-1940), escritor, periodista y político, se alojó en uno del entorno de Las Ventas (del Espíritu Santo), del que refiere: “La casa me pareció muy bien, en efecto. El sitio era apartado, discreto”. Considero que probablemente fuera un chalé de los del Madrid Moderno a los que se dio uso como hotelitos en muchos casos, como señalaba el propio cronista de Madrid Pedro de Répide (1925).

Madrid Moderno, números 9 y 11 (calle de Castelar)

 

Madrid Moderno disponía de edificios singulares que evocaban un estilo de urbanismo inglés: tres niveles (dos plantas y sótano), agrupados en hileras (de dos en dos), fachada retranqueada respecto a la calle, jardín delantero y uso de forja para las columnas que sostienen los balcones con galería acristalada y el enrejado de la finca.

Otro insigne residente fue el médico y político Jaime Vera (1859-1918). De lo poco que queda ya, ha servido como exteriores de rodaje en alguna película y alguna serie.

   

En el hotelito del número 9 de la calle de Cartagena vivió José de Armas y Cárdenas

 

En el hotelito del número 9 de la calle Cartagena residió el célebre periodista cubano José de Armas y Cárdenas (1866-1919), que residió en Madrid (1909-1919) antes de su muerte. Colaboró en periódicos cubanos, pero también en el The New York Herald y The Sun (EE UU), cubriendo en este último (por ejemplo) el desembarco estadounidense en Cuba en 1898.

En la I Guerra Mundial cubrió desde Madrid las crónicas para El Mundo y El Heraldo de Cuba (ambos diarios cubanos)… Dejaré que su curiosidad bucee por su fascinante biografía no sin dar las gracias al también periodista Aurelio Reig Baños (1873-1935) y el Epistolario (1926) que mantuvieron disponer de sus últimas opiniones respecto a política, periodismo, etc.: “Quien le viera guardar cama, postrado y doblegado por dolencias e infortunios, formaba la opinión de que el dios Marte había huido del templo de Jano para encerrarse en La Guindalera, de Madrid, dentro de apacible hotelito, trocando la lanza briosa y el fúlgido arnés por la pluma persuasiva y rielantes cuartillas”.

Quiero terminar ya, esperando no haberles aburrido, este recorrido arqueológico, arquitectónico y sentimental… Y con la excusa de haber nombrado a tantas personas dedicadas al fascinante mundo del periodismo, recuerdo una frase de Truman Capote: “Es una vida muy penosa tener que enfrentarse cada día con una hoja en blanco, rebuscar entre las nubes y traer algo aquí abajo”. Defendamos el periodismo, y especialmente el de barrio. Apoya a DSalamanca.



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