Agravio comparativo en el aparcamiento

Desde hace aproximadamente dos años, el estacionamiento de motos en batería está yendo en llamativo aumento en franjas de unos 30 a 40 metros en el pasaje de la Fundación (Guindalera). Se trata de una calle angosta con coches estacionados a ambos lados y tres vados permanentes. A tenor de la actual ordenanza de movilidad, cierto es que esto no implica infracción alguna. El problema es que los pequeños espacios que dichas motos dejan son a menudo impracticables para estacionar un coche, dado que una vez que los motoristas se van dejan huecos de 1 o 2 metros libres.

El propio amparo que la presente ordenanza concede a los motoristas supone, en la práctica, un enorme perjuicio para los residentes, que no solo no pueden aparcar sus coches en su barrio, sino que además están pagando para adquirir dicho derecho. Dicho perjuicio pasa, además, a ser un acto discriminatorio, dado que el uso del mismo espacio solo lo pagan los dueños de los vehículos a cuatro ruedas. Ahora vayamos a la geometría.

La geometría es bien sencilla. En un tramo de 90 metros caben aproximadamente 15 coches aparcados. Sin embargo, basta con que tan solo cinco ciclomotores estacionen en batería a lo largo de esos 90 metros para que se pierdan 10 metros de zona SER verde (2 vehículos). ¿Pero qué ocurre si los ciclomotores estacionan aleatoriamente en lugar de todos juntos en batería? Ahí yace el problema. Los espacios que dejan dichos ciclomotores entre sí no dan cabida a menudo a un vehículo. Con lo cual, no solo se pierden los metros que ocupan los ciclomotores, sino que ello inhabilita los espacios restantes dado que obviamente un coche no cabe ni en un hueco de 3 m ni se puede rebanar en secciones de 1,5 m. Por lo que a menudo, en tramos de 90 metros terminan pudiendo estacionar solo 7 u 8 coches a pesar de estar pagando la correspondiente tasa el resto de los residentes.

El perímetro medio de una manzana urbana en Madrid es de 500 m. Las emisiones de CO2 de un vehículo son de unos 143 gr/km, es decir, 70 gramos por cada 500 m. Si un solo conductor se ve obligado a dar 3 o 4 vueltas a las manzanas próximas a su domicilio por culpa de las motos aparcadas a su libre albedrío en la calzada, esto supone unas emisiones de cerca de 300 gramos de CO2 a la atmósfera que se podrían evitar.

Esto no es consecuencia directa del funcionamiento de un coche, ni mucho menos se debe a una conducta incívica de su conductor. Sino más bien es consecuencia indirecta de un sistema poco eficiente cuyos privilegios para con los motoristas derivan no solo en un flagrante caso de agravio comparativo con respecto a los automovilistas, sino que además conllevan un grave caso de contaminación medioambiental que bien se podría evitar.



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