Sistema de corrupción

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Sistema de corrupción


Roberto Blanco Tomás

Hasta donde llega la memoria del que esto escribe, los casos de corrupción de todo tipo siempre se han llevado una parte importante de las páginas de los periódicos. Es algo habitual, tema de conversación recurrente en cualquier charla de bar, de reunión familiar o de pausa en el trabajo, en las que lo único que cambian son los nombres de los protagonistas, de las empresas o Administraciones afectadas y las cifras de las operaciones. Por lo demás, la dinámica siempre ha sido similar: personas que se aprovechan de una posición que les permite engordar de forma poco ética sus cuentas, cada vez menos “corrientes”.


Esta cotidianeidad podría darnos un indicio de que algo va mal en nuestra sociedad, cuando nos acostumbramos a sucesos que deberían ser la excepción, y que deberían dar lugar a reajustes que impidan que vuelvan a repetirse.


Pero lo cierto es que estos días asistimos a una auténtica avalancha en este sentido, que viene a sumar lo extenso de ciertas tramas al lógico hartazgo de la ciudadanía, que sufre recortes, estrecheces y penurias mientras se ve obligada a contemplar cómo, lo que supuestamente se ahorra a su costa, se lo llevan calentito una serie de señores y señoras con pocos escrúpulos y mucho morro. Me refiero a la ya famosa “Operación Púnica”, cuyo nombre pudiera tener ecos cartagineses, pero que en realidad responde al latín punica granatum, nombre científico del granado, en alusión a Francisco Granados, ex-alcalde de Valdemoro y principal implicado en esta trama. Como se puede ver, no hay nada épico tras el nombre de esta operación policial, como tampoco hay nada épico tras el vil choriceo de lo público.


Pero no es la intención de este texto enumerar nombres y cargos, pues no parecen (al menos no al que suscribe) lo más importante de este asunto. Corrijo: claro que son importantes, pero más allá de que exista gente con pocos escrúpulos que se aproveche de su posición, pienso que debiera preocuparnos más el hecho de que vivimos en un sistema que permite que esto ocurra. Jetas va a haber siempre, pero pienso que deberíamos organizarnos de otra forma, en la cual no exista posibilidad alguna de que estos jetas hagan tanto daño.


Y es que parece que corrupción y poder, en este modo de organizarnos que tiene nuestra sociedad, van unidas. Prueba de ello es que prácticamente todos los partidos políticos que en algún momento han tocado alguna parcela de poder tienen sus casos de corrupción, en mayor o menor medida (a más poder, más corrupción). Tampoco parece que sea un rasgo “típicamente español”, como alguna vez se ha apuntado: ahí está el caso del luxemburgués Jean-Claude Juncker, de rabiosa actualidad.


Decía el autor libertario Tomás Ibáñez, en una reciente entrevista, que no es que el poder corrompa, sino que para llegar al poder hay que estar ya corrompido. Estando totalmente de acuerdo con esta afirmación, puedo entender que habrá quien piense que es algo exagerada, y que también habrá políticos honrados. Cierto, probablemente los habrá: tiene que haber de todo. Pero vayamos un poco más allá y pensemos en cómo funciona el negocio. Si tenemos un sistema en el que la corrupción es posible, todas aquellas personas decididas a quedarse con un trozo del pastel intentarán por todos los medios alcanzar los puestos que les permitan optar a ello. Y como finalmente la corrupción no es cosa solo de personas individuales, sino en muchos casos de entramados de intereses, podrán desplegar muchos más medios que el bienintencionado que solo pretende el bien común, por lo que en la mayoría de las ocasiones conseguirán copar los puestos que les conviertan en los “guardianes de la puerta” para beneficiarse ellos y todos sus amiguitos. ¿Pesimista? A las pruebas me remito…


Es por todo esto que pienso que deberíamos, como sociedad, buscar otras formas de organizarnos, en las que el poder esté mucho más repartido, y con mecanismos de control que impidan que alguien, diciendo representar a la ciudadanía, pueda en realidad dedicarse a robarnos la cartera. Perdonen si este artículo me ha salido algo categórico, pero es que un servidor, como seguramente todos ustedes, también está ya harto.

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