Política y crispación

Escribo esto un par de días antes de las elecciones, aunque cuando ustedes lo lean ya habrán pasado, pues vamos a imprenta el mismo 4 de mayo en el que estarán (o no) votando. Quiere esto decir que no sé quién habrá ganado ni cuál será el panorama, por lo que no voy a aventurar pronósticos al respecto, pero para decirles lo que me dispongo a escribir tampoco me hace falta. Me refiero a la enorme crispación y el clima desagradable que viene fraguándose durante toda la pandemia por la actitud de los políticos, cuyo colofón sin duda ha sido esta campaña electoral, la más tensa desde los años de la Transición.

No es algo de ayer ni de anteayer: la paulatina bajada de nivel discursivo de la clase política en su totalidad, con la consiguiente sustitución en los argumentarios de las ideas y los proyectos por las descalificaciones personales, los argumentos ad hominem y el “y tú más” es cosa de años, incluso décadas. Todo ello, amplificado por los medios de comunicación de masas y su tendencia a convertir la información política en una especie de reality show, con piezas basadas en declaraciones en lugar de hechos y debates con formas más propias de espacios deportivos o del corazón, ha tenido como consecuencia que la gente corriente reduzca la política al juego electoral y la siga como un hincha sigue a su equipo, de forma acrítica y exaltada, lo que obviamente ha ido elevando la temperatura ambiente como el cambio climático, algo hoy también igual de innegable.

Y en esto llegó la pandemia y nos quedamos más en nuestras casas, percibiendo la realidad en mucha mayor medida a través de las redes sociales, lo que aceleró el proceso como Fernando Alonso en una recta. Por un lado, lo inesperado y tremendo de la situación hizo necesario dar muchas explicaciones, nadie las tenía y lo más sencillo era aparentar seguridad y echar balones fuera. Por otro, las propias redes se basan en algoritmos que funcionan muy bien: pulsas “me gusta” y ellas se encargan de darte más contenidos similares a ése que te gusta y descartar los diferentes, porque entienden que no te gustan. Lo que tiene como resultado que en el medio por el que recibimos la mayoría de la información nos lleguen mensajes cada vez más tremendos, siempre en sintonía con lo que pensamos (sin entrar ya en si algunos son bulos o no, que ésa es otra, pues para eso no hay filtro), y que nos vayamos cabreando y obsesionando cada vez más. ¿No se han dado cuenta de que entre sus amistades en las redes hay bastantes que antes subían sobre todo fotos de paella, vídeos de gatitos y chistes y ahora solo enlazan noticias de politiqueo (porque la política es otra cosa) añadiendo comentarios gruesos? Pues ahí lo tienen: nos estamos (o más bien “nos están”) volviendo locos.

Por supuesto, es un fenómeno fomentado, y de una forma muy inconsciente, a fe mía. Dejando aparte el ominoso auge de la ultraderecha y su eterno mensaje de odio, que no puede sorprendernos porque les viene de fábrica, a lo largo de estos meses el resto de partidos han jugado a este loco juego de la crispación para subir en las encuestas de intención de voto, sin importarles demasiado el clima social que se estaba creando. Hemos asistido a declaraciones a medios y debates parlamentarios que ruborizarían a un chulapo, teniendo que escuchar disparates que no hubiéramos creído posibles ni en la parodia más loca. Y el resultado ya está aquí, a pie de calle: conversaciones monotema, venas hinchadas, amistades que se rompen... Un panorama encantador, vaya.

No sé cómo estará la cosa el día después de las elecciones, espero que más tranquila, pero recuerden que la política es mucho más que meter una papeleta en una urna. No escuchen tanto a los políticos y escuchen más a los vecinos: estamos pasando todos juntos una situación terrible, con su cargamento de muertes, enfermedad, ruina, pérdida de puestos de trabajo y pobreza. Lo estamos pasando mal, y si miramos alrededor veremos gente cercana que lo está pasando mucho peor. Ejercitemos la empatía, veamos en qué podemos ayudar e intentemos sumar en vez de restar. De ésta tenemos que salir todos juntos, o no saldremos.


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