Libertad de expresión

Tras el encarcelamiento del rapero Pablo Hasél se han sucedido los actos de protesta y las declaraciones condenando lo que muchos valoramos como un ataque —uno más— a la libertad de expresión. Como ya se ha dicho mucho al respecto y tampoco es mi intención escribir un alegato para convencidos, pues no necesitan que este humilde plumilla les proporcione más argumentos, solo haré tres o cuatro apuntes para aquellos lectores que encuentran motivos para encarcelar a alguien por algo que ha dicho, escrito o cantado. Y pretendo que sean muy sencillos, para que cualquiera los pueda entender e incluso darlos por buenos.

El primero es una obviedad, al menos para mí: defender la libertad de alguien para decir algo con lo que uno está de acuerdo no es defender la libertad de expresión, porque esto lo hace cualquiera, desde el mayor defensor de las libertades hasta la mente más totalitaria. Al contrario: defender la libertad de expresión es defender el derecho que tiene cualquier persona a decir algo con lo que estamos en total desacuerdo, incluso si nos resulta odioso o repugnante. Si ustedes no defienden eso, están en contra de la libertad de expresión.

Lo segundo, consecuencia de lo anterior, es que alguien no tiene por qué caernos bien ni gustarnos lo que dice o cómo lo dice para que pensemos que tiene todo el derecho a decirlo y que nadie lo tiene a impedírselo. Y si no nos gusta, podemos estar tranquilos: terminado su discurso termina también su derecho y empieza el nuestro a replicarle, con las mismas garantías. Tengan en cuenta asimismo que lo que decimos no solo nos retrata, sino que además nos granjea los correspondientes afectos o desafectos por parte del resto, con todo lo que ello conlleva. Y con eso debería bastar: ni ustedes ni yo somos nadie —pues nadie lo es— para imponer a otras personas nuestra forma de pensar.

Tercer apunte: si bien es cierto que determinadas profesiones —por ejemplo los artistas, como es el caso; o los periodistas, como es mi caso— necesitan más de la libertad de expresión para su pleno desempeño, no me parece de recibo reclamar un estatus especial para ellas a este respecto. Yo creo en la plena libertad de expresión para todas las personas simplemente por serlo, sea cual sea su ocupación. Y también creo que poder ejercer la crítica al poder —al poder de cualquier tipo— de forma abierta es fundamental para el avance de cualquier sociedad, aparte de considerar que cualquier intento de reprimirla está condenado al fracaso, pues al final las cosas acaban cayendo por su peso.

Y un último apunte: me parece que la cárcel, por todo lo que supone para una persona, es un lugar terrible para enviar o desearle a nadie por expresar sus opiniones, sean cuales sean y nos gusten más, menos o nada. Aparte de que no entiendo cuál es el objetivo de dicho encarcelamiento: ¿que cambie de opinión? No parece una sentencia demasiado lógica, a no ser que lo que se busque sea un escarmiento. Pero eso no es justicia.


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