Chavales por el clima



ROBERTO BLANCO TOMÁS. Abril 2019.

El 20 de agosto de 2018, Greta Thunberg, una estudiante sueca de 15 años, decidió no asistir a clase hasta las elecciones generales de su país, en lo que denominó “huelga escolar por el clima”, reivindicando que el Gobierno sueco redujera las emisiones de carbono para ajustarse a lo establecido en el Acuerdo de París. Para asegurarse de que el mensaje llegaba a sus destinatarios, fue a sentarse todos los días durante su jornada escolar ante el Parlamento.

Después de las elecciones, que se celebraron el 9 de septiembre, Greta continuó su protesta solo los viernes. Es lo que pronto se conocería como “Fridays for future” (“viernes por el futuro”), cuando comenzó a correrse la voz, convirtiéndose en fuente de inspiración de otros estudiantes a nivel internacional: se estima que desde diciembre de 2018 ha habido movilizaciones estudiantiles siguiendo la estela de esta joven en más de 270 ciudades de varios países. Un hito importante lo constituyó el 15 de marzo, lo que se conoció como “un nuevo 15M por el clima”, día en el que tuvo lugar una oleada de huelgas estudiantiles y manifestaciones por todo el mundo para exigir medidas efectivas contra el cambio climático. España no ha sido una excepción: según datos recopilados por el movimiento, la convocatoria del 15 de marzo fue seguida por 46.500 estudiantes en más de 50 movilizaciones por todo el país. También ha conseguido trascender a los chavales para llegar a otros colectivos relacionados con ellos, como las “Madres por el Clima” o los “Profesores por el Clima”, demostrando una capacidad de contagio que ni el sarampión.

Siempre ha sido clave para que una movilización alcance grandes proporciones que se trate de un problema que afecte a capas importantes de la población y que su base reivindicativa no requiera de sesudas explicaciones. Estamos ante el ejemplo perfecto: el cambio climático es un problema enorme, afecta a todos los habitantes del planeta y cualquiera puede entender sin tener que estudiar un máster que o se hace algo efectivo ya o nos vamos al garete. Así que podemos vaticinar sin miedo a equivocarnos que a este movimiento le augura un gran futuro y largo recorrido.

Ya a un nivel más personal, les diré que fenómenos como el que hoy nos ocupa (o el 8M, que veíamos el mes pasado) mantienen bien alimentado el optimismo del que suscribe. Primero por algo que ya he apuntado en otras ocasiones: es un placer comprobar que la gente más joven tiene las ideas claras y actúa en consecuencia, desmintiendo la falsa imagen de pasotismo que les quieren colgar. También por el expreso apartidismo que mantiene hasta la fecha este movimiento, pese a que no le hayan faltado pretendientes por constituir un auténtico “dulce” en términos electorales. Y tampoco me olvido de la firme intención de ir al fondo del problema, hasta el cambio total. Lo dijo la propia Greta ante la asamblea plenaria de la Cumbre del Clima de las Naciones Unidas: “Son los sufrimientos de muchos los que pagan por el lujo de unos pocos [...]. Ustedes dicen que aman a sus hijos por encima de todo, pero les están robando su futuro ante sus propios ojos [...]. Y si las soluciones dentro del sistema son tan imposibles de encontrar, tal vez deberíamos cambiar el sistema en sí mismo. No hemos venido aquí a rogar a los líderes mundiales que se preocupen. Nos han ignorado en el pasado y nos volverán a ignorar. Nos hemos quedado sin excusas y nos estamos quedando sin tiempo. Hemos venido aquí para hacerles saber que el cambio está llegando, les guste o no. El verdadero poder pertenece a la gente”. Amén.

 

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