Accidente y víctimas

El pasado 6 de mayo se producía una fuerte explosión en el número 35 de la calle del General Pardiñas, con el trágico resultado de que dos trabajadores, varones de 21 y 27 años, perdían la vida sepultados bajo más de dos metros de escombros. Además, un vecino quedó herido de gravedad y decenas de personas más tuvieron que ser atendidas por daños físicos y psicológicos. “La explosión provocó graves destrozos en el interior del edificio y el derrumbe de su estructura central y plantas superiores, así como daños en los edificios colindantes de General Pardiñas 33 y Ayala 78. Unas 96 personas tuvieron que ser desalojadas y muchas de ellas tardarán meses o incluso años en regresar a sus hogares”, informaba en sus redes sociales la recientemente constituida Asociación de Víctimas y Afectados por la explosión de General Pardiñas.

Los operarios desempeñaban labores de fontanería en uno de los áticos del mencionado edificio de cuatro plantas, en el que estaban realizando una reforma. Todo apunta a que el estallido accidental tuvo su origen en la acometida de la caldera de la cocina. Una de las heridas, testigo de los hechos, declaró al diario ABC que momentos antes de la explosión los fallecidos le dijeron que estaban “buscando una llave” para cerrar el gas. Bajaron a la planta inferior, donde está el patio, y fue entonces cuando se produjo la deflagración que les sepultó.

Inmediatamente, los vecinos fueron evacuados de urgencia ante el riesgo de nuevas explosiones. La demolición parcial del edificio comenzó el 10 de mayo, pero el día 26 fue paralizada sin que esté claro el motivo. En este sentido, los habitantes de General Pardiñas 35 se quejan de la escasez de la información que se les está dando, cuando además se pretende que corran ellos con los costes del derribo y desescombro. Ése es uno de los motivos que ha llevado a la asociación a denunciar la “nula empatía” de las Administraciones con las víctimas del desastre, destacando además que muchas de las personas afectadas son mayores, y algunas dependientes, no resultándoles posible asumir dicho gasto. Los vecinos exigen asimismo un realojo digno y agilidad y transparencia en las actuaciones en torno a este caso.

Y es que el suceso, más allá de su carácter accidental (la fatalidad existe, los accidentes ocurren y a menudo traen consecuencias dolorosas e incluso trágicas, como ha sido el caso), tiene bastantes aspectos sobre los que conviene reflexionar y aprender. El primero de ellos sería el que acabamos de apuntar: la necesidad de atender debidamente a las víctimas, cuya condición las convierte de golpe en extremadamente vulnerables, también buscando a la mayor brevedad soluciones efectivas y proporcionándoles puntualmente toda la información disponible, pues la incertidumbre sobre el propio futuro aumenta la condición de víctima.

Otro sería recordar que el gas, pese que estamos habituados a él y lo manejamos cada día, es un combustible que entraña peligros tan reales como el que nos ocupa. Por ello, debemos ser conscientes de la importancia de observar en todo momento y escrupulosamente las precauciones que nos indican los expertos para su uso. Hagámoslo por nosotros y por los que nos rodean.

Y otro apunte no menos importante viene señalado por el hecho de que las dos víctimas mortales han sido dos trabajadores durante el desempeño de su labor. No es un caso aislado: 705 trabajadores fallecieron en accidente laboral en 2021, lo que quiere decir que el año pasado entre dos y tres personas salieron de su hogar hacia su puesto de trabajo y no volvieron a casa terminada su jornada. Si según el diccionario de la RAE “accidente” es un “Suceso eventual o acción de que resulta daño involuntario para las personas o las cosas”, algo que deja 705 muertes en un año es de todo menos un “suceso eventual”. No cabría por tanto hablar de accidentes, sino como poco de algo a cuya prevención no se da la suficiente importancia. Por ello, es fundamental que las empresas tomen conciencia de ofrecer a sus empleados formación y condiciones de seguridad suficientes, que las Administraciones se aseguren de velar por que esto sea así y que los trabajadores no olviden aquello que siempre me decía mi abuelo: “trabaja, pero seguro”.


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