Poner más fe en el ser humano que en los mercados



EDITORIAL. Junio 2019.

¿Qué pasaría si se llegara a la conclusión de que la ganancia de la empresa debe reinvertirse en abrir nuevas fuentes de trabajo o derivar hacia otros sectores en los que la producción siga aumentando en lugar de hacia franjas especulativas que terminan engrosando el capital financiero, que producen el vaciamiento empresarial y que llevan a la posterior quiebra del aparato productivo?

¿Qué sucedería si el empresario comenzara a advertir que ha sido convertido en simple empleado de la banca y que, en esta emergencia, su aliado natural es el trabajador?

El fermento social comenzaría a activarse nuevamente y se desataría un pulso claro y franco entre el capital especulativo, en su neto carácter de fuerza abstracta e inhumana, y las fuerzas del trabajo, verdadera palanca de la transformación del mundo.

Empezaría a comprenderse que el progreso no depende de la deuda que se contrae con los bancos, sino que los bancos deben otorgar créditos a la empresa sin cobro de intereses. Y también quedaría claro que no habrá forma de descongestionar la concentración que lleva al colapso si no es mediante una redistribución de la riqueza hacia las áreas postergadas.

La democracia real, plebiscitaria y directa sería una necesidad porque se querría salir de la agonía de la no participación y de la amenaza constante del desborde popular. Los poderes serian reformados porque ya habrá perdido todo crédito y todo significado la democracia formal dependiente del capital financiero.

Sin duda, este segundo libreto de crisis se presentaría después de un período de incubación en el que los problemas se agudizarán. Entonces comenzará esa serie de avances y retrocesos en que cada éxito será multiplicado como efecto demostración en los lugares más remotos gracias a las comunicaciones instantáneas. Ni siquiera se tratará de la conquista de los Estados nacionales, sino de una situación mundial en la que se irán multiplicando estos fenómenos sociales antecesores de un cambio radical en la dirección de los acontecimientos.

De este modo, en lugar de desembocar el proceso en el colapso mecánico tantas veces repetido, la voluntad de cambio y de dirección de los pueblos comenzará a recorrer el camino hacia una civilización planetaria respetuosa de todas las formas de vida.

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