El monstruo del Palacio de los Deportes se come a los vecinos

Correos, comunicaciones, reuniones, apelaciones a ordenanzas y leyes no han conseguido ninguna respuesta que sirva para mitigar las molestias a los vecinos. Tampoco el silencio del Ayuntamiento, conocedor de todas las irregularidades del Palacio pero insensible ante las quejas de sus vecinos. El conocido por todos Palacio de los Deportes, en su actual etapa empresarial y de negocios primero Barclaycard Center y ahora Wizink Center, con capacidad para más de 17.500 personas, continúa con su imparable ritmo de conciertos gracias a la concesión de nuestras autoridades a la empresa Impulsa Eventos e Instalaciones, que gestiona sin freno ni control los más de 300 eventos al año que ellos mismos anuncian. Sirva como ejemplo este mes de julio, llegando a alcanzarse 14 conciertos en 14 días seguidos.

Esas más de 17.000 personas desbordan a los vecinos de la zona, en su mayoría ciudadanos de avanzada edad que ven el deterioro incesante de su barrio en beneficio de la cuenta de resultados de unos pocos. Sus calles y fachadas se convierten en urinarios públicos, sus aceras en manifestaciones de clientes de terrazas que campan a sus anchas en las que es imposible transitar mientras impera el botellón a escasos metros de los agentes, sin que las autoridades se den por aludidas. La Policía Municipal huye tras la celebración de los conciertos y se lava las manos, dejando a los vecinos desamparados, siguiendo el ejemplo de las autoridades. Llamar al 092 es encontrarse con contestadores automáticos que invitan a llamar en otro momento.

Las torres de refrigeración del Palacio funcionan 24 horas al día sin control, superando los 70 decibelios de ruido, impidiendo dormir a los vecinos, mientras la gerencia del Palacio desoye las peticiones de vecinos y asociaciones de la zona que solo piden descansar. El último desafío ha sido la instalación en las esquinas del Palacio de enormes pantallas de leds de publicidad, donde se proyectan anuncios sin cesar, colgadas en las paredes del Palacio, superando sus dimensiones los 72 metros cuadrados, justo enfrente de las casas de los vecinos y desobedeciendo las ordenanzas municipales, por cuanto funcionan hasta altas horas de la madrugada y los destellos de las proyecciones entran en sus habitaciones impidiendo su descanso. La gerencia también responde con el habitual silencio y desatención a las reglas municipales. Y la Junta Municipal, de nuevo, consiente.

La música hace temblar las casas y entra en los edificios vibrando y retumbando las paredes, por cuanto no hay insonorización en un edificio cuyo aislante es el simple cristal que lo envuelve. Pero debe primar el negocio de unos pocos.

Los bares desatienden la hora de cierre de locales, y las terrazas y aceras se convierten en lugares de fiesta sin control, donde solo reina la ley del que desatiende cualquier ordenanza. Es imposible transitar por las aceras, hay que hacerlo por la calzada.

Pero todas estas tropelías consentidas por nuestras autoridades, que desoyen los ruegos de los vecinos sin importarles su salud y el deterioro medioambiental de la zona, deben hacer que nos unamos, que nos escuchen y se sonrojen ante su falta de sensibilidad.

Unos, la gerencia de la empresa, lo hacen por ganar dinero. Las autoridades son merecedoras de una pregunta sin respuesta: ¿por qué lo consienten?


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