AstraZeneca o Pfizer (Soliloquio hamletiano de 2021)

AstraZeneca o Pfizer… ¡He aquí el problema!

¿Qué es más levantado para la segunda dosis de los menores de sesenta años? ¿Sufrir los efectos secundarios y dardos de la insultante primera dosis de la AstraZeneca, o enfrentarse sin armas contra un piélago de calamidades desconocidas de Pfizer y, haciéndoles frente, alcanzar la inmunidad de rebaño?

Elegir… Rezar no más…

Elegir repetición de vacuna o inyección de la nueva… Rezar para que, inmunizados, podamos quitarnos la mascarilla, volver al ocio nocturno y viajar al otro extremo del globo cada puente o período vacacional.

¡Y pensar que con una elección damos fin al pesar de la COVID-19 y a los mil naturales efectos secundarios que amenazan nuestro horizonte y constituyen la herencia de la pandemia!… He aquí un término devotamente apetecible.

Elegir… Rezar…

Rezar…

¡Rezar para que nuestra elección no termine en trombos e insuficiencias respiratorias!

Elegir…

¡Sí! ¡Ahí está el obstáculo!

Forzoso es que nos detenga el considerar qué consecuencias pueden sobrevenir de la mezcla de componentes antivirológicos que pretenden librarnos del torbellino de la infección. ¡He aquí la reflexión que da existencia tan larga al posible infortunio! Porque ¿quién aguantaría los ultrajes de la aparición de otras patologías y desdenes de las autoridades sanitarias de las comunidades autónomas, la injuria de los dictados del toque de queda, las congojas del confinamiento y la perimetración, las tardanzas de la vuelta a la normalidad, las insolencias del mantenimiento de la distancia social, las vejaciones del hombre indigno sin PCR ni pasaporte COVID, cuando uno mismo podría procurar su libertad con un simple acierto en la elección de la segunda dosis?

¿Quién querrá mantener tan duras cargas, sufrir y gemir bajo el peso de una vida sin terrazas ni servicios de hostelería, si no fuera por el temor de un algo, después de la segunda dosis, que nos obliga a soportar aquellos males que nos afligen, como la prohibición de botellones o la celebración de fiestas particulares con doscientos asistentes o más?

Así la duda entre la AstraZeneca y la Pfizer hace de nosotros unos auténticos cobardes; y así los primitivos matices de la resolución desmayan bajo los pálidos toques del pensamiento, y las empresas fabricantes de las vacunas tuercen su gesto y dejan de ingresar los justos beneficios por sus esforzadas investigaciones en favor de la salud pública y nuestro bienestar…

Pero ¡silencio! … La hermosa Carolina Darias, ministra de Sanidad…

¡Ninfa, en tus disposiciones y plegarias acuérdate de mis pecados!


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