
CARLOS RODRÍGUEZ EGUÍA. Diciembre 2018.
La iniciativa de incluir, además de libros, otros fondos en la entonces denominada Biblioteca Real, es del bibliotecario Genaro Alenda y Mira (1816-1893) en 1867, 156 años después de la fundación de la biblioteca por Felipe V y cuya primera sede es un pasadizo entre el Real Alcázar y el Monasterio de la Encarnación. En 1836, después de tres traslados (en 1809,1819 y 1826), la biblioteca depende ya del Gobierno y cambia su nombre inicial por el actual de Biblioteca Nacional de España (BNE).

Para documentos de biblioteconomía, existe la Sala de Documentación Bibliotecaria, accesible con carnet de investigador o lector. La Sala Cervantes contiene manuscritos, catalogados desde 1993, en varias lenguas, códices, libros de horas y toda clase de documentos e impresos de variada procedencia, con ediciones de los siglos XVI-XIX, además de una amplia temática cervantina. La mayor parte de la documentación para mi tesis de licenciatura, llamada tesina, sobre la independencia de América en la prensa española del siglo XIX, la obtuve en la BNE.

La BNE presta servicios de microfilm, fotocopia y consulta en ordenadores, que facilitan además el hallazgo de manuscritos, incunables e impresos antiguos. Se organizan visitas, en las que se explica el funcionamiento de estos y otros servicios, además de dar a conocer las colecciones de la biblioteca y el museo. Los investigadores pueden consultar todos los fondos de la biblioteca. Los lectores, lo editado a partir de 1958 y, si está digitalizado o microfilmado, también lo anterior. La tecnología inalámbrica (wifi) permite que los usuarios utilicen sus ordenadores portátiles y tabletas. El último estatuto de la BNE es de 2016.
