‘Paisajes intemporales’ de José Luis Resino, en la Galería Francisco Duayer

Podrá visitarse hasta el próximo 15 de enero, de lunes a viernes, de 16:30 a 20:00

Hoy en día en el arte conviven distintos estilos, maneras de hacer que incluso se contraponen entre sí, configurando la actualidad. La herencia del arte del pasado parece inevitable en el presente: uno puede recorrer diversas galerías y encontrarse con exposiciones de pintura y escultura en las que las influencias del naturalismo, del expresionismo y de otras tendencias se hacen patentes.

Aunque me gustan los pintores de finales del siglo XIX y principios del XX, no dejan de interesarme otros que utilizan la materia bronca y la textura espesa fundamentada en el informalismo. En mi caso, trato de que el realismo de mis cuadros sea el reflejo de mi entorno cotidiano, en el que todo estuviera envuelto en un clima de serenidad. Mi pintura es una búsqueda de fragmentos, detalles, un rastreo por las cosas que se escapan a la simple mirada; esta forma de hacer supone entrar en los seres y en las cosas con cierta nostalgia.

Para mí el realismo es una mirada detenida en una imagen que se graba en la memoria: el contraste de una fachada, los restos de un parque abandonado o un paisaje sugerente pueden ser el estímulo para el inicio de mis obras, que suelo realizar en un proceso inmediato e intermitente, trabajando en varios cuadros a la vez. Con esto procuro rescatar esa primera impresión recibida, porque una pintura, a mi modo ver, es una forma determinada, elegida entre muchas que componen la realidad, y la frescura de aquella necesita de una elaboración inmediata.

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'MI pintura es una búsqueda de fragmentos, detalles,
un rastreo por las cosas que se escapan a la simple mirada;
esta forma de hacer supone entrar
en los seres y en las cosas con cierta nostalgia'

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Este proceso en mi quehacer pictórico no está, sin embargo, exento de investigación: por el contrario, es algo que me interesa enormemente, ya que una de las características de la pintura es la dinámica cambiante del lenguaje. Esto conlleva que el aspecto técnico no sea para mí un refugio cómodo, sino que va supeditado a la expresividad de la imagen, a la realidad que intento concretar, a lo que la obra me pide en ese momento… En definitiva, a la fidelidad a lo real. Estos planteamientos personales me hacen ser impaciente ante el proceso de ejecución de la obra en todo su juego expresivo y técnico, pues necesito ver cuanto antes la imagen representada.

Me considero un intermediario entre la realidad que percibo y aquella que expreso y emito. Cuando comienzo a pintar un objeto, mi relación con él dura lo que dura la pintura; cuando la obra está concluida y su diálogo conmigo es de igual a igual, el aspecto pictórico desaparece, quedando así el camino libre para otra vez conjurar el recuerdo de lo real en una nueva aventura creativa. Sea cual sea la tendencia expresiva, el camino elegido, la meta es siempre la misma.


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