‘Bailar de arquitectura’, exposición en el Fernán Gómez



FERNÁN GÓMEZ. CENTRO CULTURAL DE LA VILLA. Abril 2019.

El título de esta exposición está inspirado en una frase pronunciada por Frank Zappa en una fecha inconcreta de los años 70, tras recibir una crítica negativa por uno de sus discos. Contrariado por aquellos juicios de valor que consideraba injustos, Zappa, espetó ácidamente a un entrevistador que pensaba que escribir sobre música era como bailar de arquitectura. 

Tan ácida sentencia era una manera de decir que ningún texto era capaz de capturar la energía y emoción que generaba la experiencia de componer, interpretar o simplemente escuchar música. Es conocida al respecto la anécdota según la cual a la petición de que explicara el significado de una pieza que acababa de interpretar, el compositor Robert Schumann respondió… tocándola de nuevo.

El contrapunto a las ácidas palabras del inefable músico norteamericano lo encontramos en la artista conceptual japonesa Yoko Ono, que en 1964 realizó una publicación que llevaba por título Grapefruit  (“Pomelo”). A primera vista, Pomelo parecía un pequeño libro de poesía,  pero al leerlo más detenidamente descubríamos que se trataba en realidad de una obra musical —un cuaderno de “partituras”— que reunía composiciones que ya no se articulaban a través de la notación musical sobre un pentagrama, sino mediante sucintas instrucciones lingüísticas y sugerentes micro-narraciones mediante las cuales los  potenciales intérpretes —no necesariamente músicos profesionales— tenían que ser capaces de “reconstruir” mentalmente  —en función de su experiencia vital y su capacidad de proyección poética—  cosas tan difíciles de materializar como: “el sonido de un bosque en invierno a las siete de la mañana”.

Frank Zappa y Yoko Ono representan los dos polos sobre los que basculan la mayor parte de las obras que seleccionadas para esta exposición, que podrá visitarse hasta el 12 de mayo. Los artistas que forman parte de este proyecto se mueven en territorios próximos al arte conceptual, la performance y la manipulación poética de los objetos. Sus obras están llenas de enunciados textuales e imágenes que nos interpelan, pero la música no siempre se materializa en términos acústicos, aunque en todos los casos es un ingrediente inseparable del proceso creativo. De hecho, algunos componen música y son capaces de interpretar instrumentos; otros diseñan coreografías concebidas para entornos arquitectónicos insólitos; y para muchos los sonidos, los títulos de las canciones, los imaginarios de la música popular o el simple “ruido de fondo” que se escucha mientras trabajan son “herramientas” que les invitan a preguntarse: “¿Soy un músico en el cuerpo de un artista o un artista en el cuerpo de un músico?”.

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