Sobre mamá, Ana de Góngora

El camino de Ana no fue sencillo. Casi ninguna vida lo es, en realidad, y cuanto más en detalle las conocemos, más vemos esas complicaciones. Lo que sí depende de cómo somos cada cual es la forma de hacer frente a esas dificultades. Y Ana siempre fue valiente y tenaz.

Era la mayor de seis hermanos en época de posguerra. De su primera niñez, aún en los cuarenta, nos contaba cómo su padre le decía que no usase la mano izquierda para comer —ser zurda entonces era, también, el camino difícil—. Y ella, sentada frente a él, siendo su reflejo, le respondía que usaba la misma mano que usaba él. Le divertía recordarlo, quizá por ser uno de los escasos recuerdos nítidos que guardaba de su padre.

Su madre enviudó, ya con tres hijos, cuando Ana era aún una niña. Y siendo la mayor, tuvo que salir de su casa, de su Madrid, para vivir, y trabajar desde muy joven, con unos parientes en Huesca, lejos de su madre y hermanos. Volvió unos años más tarde tras casarse de nuevo su madre. Quizá porque lo llevaba dentro, quizá porque lo aprendió a la fuerza por aquella experiencia, siempre fue independiente. Y autodidacta: curiosa, ávida lectora, interesada en el arte, en todas las artes.

Su curiosidad la llevó, por ejemplo, en los años sesenta, mientras trabajaba de secretaria, a aprender ruso. Y como en aquella España no había manuales o libros de texto en español para aprender ruso, usó uno en francés. Definitivamente, nunca le asustaron las dificultades.

Tampoco cuando, años más tarde, tras intentar todo lo posible por salvar su matrimonio y viendo que era la mejor opción para ella y, sobre todo, para nosotros, sus hijos, se separó y después se divorció, con los plazos a los que aquella primera ley del divorcio de los años ochenta obligaba.  

Y así, casi veinte años después de haberlo dejado al casarse, volvió a trabajar, por ella y su independencia económica, y por nosotros y nuestro porvenir. Cambiando las máquinas de escribir y el papel carbón por ordenadores y el Word… e internet, donde la consideramos prácticamente una pionera en España, con su módem de pitiditos que ocupaba la línea telefónica. Siempre aprendiendo y actualizándose por su cuenta. Primero tradujo cobrando por palabra textos empresariales y manuales de instrucciones… aunque no del ruso, no llegó a dominarlo tanto. Y buscó y buscó algo más estable y volvió a ser secretaria. 

Siempre fue valiente y tenaz, sí.

Su curiosidad y ganas de aprender, y su afán por entender a los demás, la llevaron también a estudiar psicología en la UNED en los últimos años de su matrimonio, y después a interesarse por la grafología, astrología y artes adivinatorias como el tarot, las runas y el péndulo... Formando comunidad con personas de muy distintos orígenes e intereses, tanto en esos ámbitos que estudió como en los barrios en los que vivió; en tertulias y foros, o siendo voluntaria en el Museo Thyssen… o escribiendo en este periódico; siempre interesada en la política, la sociedad, el arte y la cultura; y dejando claro en cuanto tenía ocasión que era una enamorada de Madrid, sin dejar por ello de ser cosmopolita y viajera.

Como madre y abuela era comprensiva y cariñosa, dispuesta en todo momento a ayudar, escuchar y dar un buen consejo, respetando y apoyando nuestras decisiones. Acompañando sin imponer ni dirigir, enseñaba sin dar lecciones, siendo ejemplo. Un ejemplo en tantas cosas que intentamos seguir y que nunca olvidaremos. Gracias, mamá. 

_______________
Nota de la redacción

Nosotros, el equipo de redacción DSalamanca, nos hemos sentido privilegiados al contar con Ana durante estos años; de contar con una vecina tan joven de espíritu, mente y corazón actuales, que siempre estaba al día y a la que le gustaba participar con sus opiniones y sugerencias señalando los avances y contradicciones de nuestra sociedad, de nuestro Madrid, de nuestro Distrito Salamanca.

Has partido hacia otros tiempos y espacios, pero continúas entre nosotros y entre esos miles de lectores que seguían tus artículos cada mes.

Querida Ana, seguirás siempre siendo del equipo. Te queremos.

Foto: 2014, almuerzo anual. Archivo


  Votar:  
  Resultado:  
  0 votos