PHotoEspaña revela en el Lázaro la colección de fotografías de Eduardo Arroyo



MUSEO LÁZARO GALDIANO. Julio 2017.

En el corazón de esta paciente colección de fotografías forjada a lo largo de la trayectoria vital de Eduardo Arroyo, de estas imágenes donde un solo pie descansa en tierra, los clichés anónimos atraen poderosamente nuestra mirada, afirman los comisarios de la muestra.

Desde siempre, la fotografía despierta la curiosidad de los artistas. En el caso de Eduardo Arroyo, ciertas imágenes antiguas funcionan como archivo; conservadas escrupulosamente, introducidas en el libro 35 ans après (“35 años después”), son la manifestación brutal de la España franquista; en el libro Bambalinas, que puede ser considerada como su segunda obra autobiográfica, desvelan secuencias más íntimas; y es que Arroyo comparte con W. G. Sebald el gusto por incluir en sus libros un importante material fotográfico que nos invita a cuestionarnos la permanencia de las imágenes y su papel en relación al texto.

Di Rocco y Arroyo explican que de las imágenes seleccionadas para esta muestra, que se enmarca dentro del 20º aniversario del mayor festival de la imagen de nuestro país, PHotoEspaña, emana una melancolía que nos lleva a compartir la mirada de Susan Sontag, quien considera cada foto como un memento mori. Todas ellas responden a la relevancia estética que les confiere el artista, y han sido halladas en rastros y mercadillos, como el de las Pulgas de París, escenarios cotidianos que recorre Eduardo Arroyo.
Los retratados en ellas aparecen con un pie en el aire

Cerca de cien instantáneas se presentan ahora en el Museo Lázaro Galdiano, donde los retratados aparecen con un pie en el aire, que agrupadas sin orden cronológico, constituyen también “un homenaje a la fotografía en equilibrio, a la fotografía con riesgos”. El conjunto es considerable, con una clara preferencia por el blanco y negro o por el color sepia: varios miles de clichés de todos los géneros, de todas las épocas, realizados por fotógrafos profesionales famosos como Ramón Masats, Cano, Gyenes o los hermanos Mayo, fotógrafos de agencias de prensa, de estudios fotográficos, pero también por autores desconocidos, no identificados, anónimos. De esta forma, confiere nobleza a la más humilde fotografía abandonada con su propio deterioro. “Es más, los álbumes familiares olvidados nos invitan al interior de una vida ajena”.

Los retratos, paisaje favorito de este polifacético creador, componen un espacio plástico “por donde uno puede vagar a su antojo, descubriendo el misterio de cada fotografía y recorriendo la memoria del tiempo”. A la pata coja. Colección Eduardo Arroyo, estará abierta al público hasta el 27 de agosto en la sala Pardo Bazán del Museo Lázaro Galdiano.

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