HISTORIAS DEL DISTRITO. La ciudad interior

“No soy yo. Soy este que camina a mi lado, a quien no veo, a quien a veces logro visitar,
y a quien en otras ocasiones olvido;
que permanece calmado y silencioso mientras hablo,
y perdona, gentilmente, cuando odio, que camina donde no estoy,
que permanecerá de pie cuando muera.”

Juan Ramón Jiménez

Como afirma William Hazlitt en El arte de caminar, una de las cosas más placenteras del mundo es darse un paseo, y hacerlo solo.

Juan Ramón Jimenez (JRJ), el poeta de la soledad, como afirma Paco Umbral, también disfrutó de paseos con Achúcarro, eminente médico con el que entabló una gran amistad aquel tiempo que vivió en la casa de Luis Simarro, allá en General Oráa 5.

Antes y de soltero vivió en Villanueva 3, Conde de Aranda 16, Lista (hoy Ortega y Gasset) 8 y en Velázquez 96: “en lo que entonces era campo verde pasado de soles ponientes, con vacas en paz y Guadarrama azul y nieve”.

Paco umbral baila con su esposa, María España Suárez.

 

También estuvo ingresado un tiempo en el antiguo sanatorio de Nuestra Señora del Rosario, y quizás nostálgicamente decidió vivir ya casado en Padilla 38.

Precisamente Francisco Pérez Martínez, Paco Umbral, fue también vecino nuestro. Se casó con María España Suárez en 1959, pero ella tuvo que permanecer en Valladolid. Él vino a Madrid, estuvo malviviendo de pensión en pensión solo y pasando hambre. De la calle Mayor que olía a arroz y plátano frito pasó a la de Blasco de Garay como aprendiz y después vino a parar al barrio de Salamanca.

Del barrio llegó a decir que era un barrio de “rentistas y filosofía de rentistas”; un barrio “con botines que olía a cerveza y Chanel”. Primero vivió en Serrano y Ayala, en pensiones que catalogó como burguesas “con criadita de cofia almidonada y sopa servida en las habitaciones”.

En sus memorias recuerda el Café Roma (calle Serrano con Ayala; hoy tienda italiana de moda y accesorios femeninos) cuando vivió en una buhardilla de Serrano. Y los tranvías amarillos que subían por Serrano hasta las cocheras con Diego de León. También el  Bourbon Street en Diego de León, un local de jazz.

Umbral, periodista y escritor fecundo y extremadamente original.

 

Por fin en 1961 pasa a alquilar en la calle General Oráa 5 un piso de unos 70 u 80 metros cuadrados. Y con él viene María España Suárez. Se ha valorado que allí (1961-1967) Paco vivió una de sus épocas más felices y fecundas.

Así lo recordaba él mismo: “Calle del General Oráa. Barrio de Salamanca. Atrás quedaban las pensiones de la Madera, las residencias pretenciosas y miserables de Argüelles, los atardeceres de Ventas, con jugadores de la rana, gitanos y hogueras, el río Manzanares, con su mareo de olor y de verbena.”

La escasez de medios persistía, y Umbral llegó a llevar ejemplares de El Norte de Castilla hasta la Puerta del Sol para salir adelante. Mientras tanto sigue escribiendo para dicho periódico, por primera vez firma como Francisco Umbral en la sección Las Artes y Las Letras (precisamente en un homenaje a la muerte de JRJ) e intenta hacerse un hueco en el Madrid literario de entonces, con una lectura de cuentos en el Ateneo.

Placa en la casa en la que vivió Juan Ramón Jiménez, en Padilla 38, ya casado.

 

Era un matrimonio feliz, a pesar de todo. Gracias a España, que llegó a ser fotógrafa de El País, nos queda el recuerdo de unos días dichosos. Incluso cuando se mudaron de General Oráa, se vio colmado en 1968 al ser padres de un hijo, Pincho, que fue todo para ellos.

Muchas personas se quedaron con el personaje agrio del programa de Mercedes Milá, pero muchas personas no recuerdan que el hijo de España y Paco, Pincho, murió a los seis años (1974) de leucemia. Aquella desaparición que aquel matrimonio no pudo superar. Umbral valoró que había vivido solo  cinco años, los años que compartió junto a su Pincho.

María España Suárez quiso que las cenizas de su marido permanecieran junto a las de Pincho en el nicho 267 del cementerio de la Almudena de Madrid.

En mi ciudad interior existe un pequeño busto dedicado a Paco Umbral situado en la esquina de General Oráa con Serrano. Y un letrero en su base: “Los ojos de mi hijo, sus ojos que ayer eran flores abiertas, capullos de noche, y hoy son rendijas tristes, sesgadas por el cansancio y el recelo.” (Mortal y Rosa, Francisco Umbral).


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