HISTORIAS DEL DISTRITO. Gepetto

 “La verdadera patria del hombre es la infancia”  

 Rainer María Rilke  

 

Había una vez...
 “
¡Una princesa y un dragón!”, dirán ustedes enseguida... 

No, en esta ocasión se trata de un trozo de madera que llegó por casualidad al taller de un viejo carpintero, Antonio Cereza. E intentando reparar una mesita decide utilizarlo y… al recibir un hachazo, le ruega que no le haga daño. Tras varios intentos de pulirlo, y muy asustado escuchando de vez en cuando aquella voz, termina sobrecogiéndole de tal manera que queda inconsciente. 

Despierta a posteriori al sentir que alguien llama a su puerta. Se trata de un amigo y compañero de profesión: Gepetto. Se presenta para explicarle algo que había ideado: un muñeco maravilloso que fuera capaz de hacer esgrima, dar saltos mortales y bailar. Supongo que ya saben lo que viene después. Este humilde artesano termina creando de un trozo de madera un títere parecido a un niño. Se trata de Pinocho.  

Pinocchio por Enrico Mazzanti, primer ilustrador, 1883

La creación de Carlo Collodi (1883) hizo que muchas personas crecieran en Italia disfrutando semanalmente con sus hazañas y desventuras en Il Giornale dei Bambini (el primer periódico italiano para niños). Algunos, en cambio, aun siendo infatigables devoradores de libros, disfrutamos de la versión de Disney (1940) viéndola en la televisión muchas veces por Navidad. Cierro los ojos y creo escuchar When You Wish upon a Star, que cantaba Pepito Grillo: If your heart is in your dream / No request is too extreme / When you wish upon a star / As dreamers do”.

Gepetto, una de mis jugueterías favoritas cuando era niño, tenía en su anuncio recortado en un redondel su imagen. Estaba en la esquina de Diego de León (43, luego creo estuvo en el 47) con Príncipe de Vergara. En fechas como ésta nos quedamos absortos mirando su interior mientras empañábamos el cristal de su escaparate. No sé cuándo cerró, pero tengo gratos recuerdos de ella y siempre la añoro al pasar por la esquina del hotel que hicieron en su edificio.  

Juguetería Gepetto, en cuyo edificio hoy hay un hotel

Perdí uno de mis juguetes preferidos: un tren hecho precisamente de madera que me trajeron unos Reyes. No me lo esperaba, por lo cual entre el deseo e ilusión de tenerlo y que el sueño se hizo realidad hicieron del momento algo mágico.  

Como afirma un personaje de la película Amélie: “(Bretodeau:) Cuando eres niño no pasa el tiempo, y de pronto un día tienes 50 años. Y lo que te queda de la niñez cabe en una caja oxidada”. Y hablando de cine, y de recuerdos, José Luis Garci escribió en ABC de la juguetería Bazar Horta: “Allí estaba todo lo que un chico podía soñar”. El mítico Bazar Horta (1931), que tenía dos tiendas (Conde de Peñalver 25 y Ayala 108), era otro lugar hipnótico. En 2018 cerró.  

Dominique Bretodeau, personaje de la película 'Amélie' (2001)

Otra pasión fueron los libros, fieles compañeros que deleitan incluso con su olor. Solía acudir a la librería Blanco (Conde de Peñalver 76) y Pérgamo (1946; General Oráa 24) no solo porque en el colegio General Mola nos decían que allí tenían que buscar nuestros padres los libros de texto. Deseaba muchos de los tesoros que allí tenían: Verne, Bécquer, Poe, Kipling

La librería Blanco cerró, pero apenas queda rastro de ella. Tengo muy buen recuerdo. Allí compré Una buena taza de té de George Orwell, descatalogado, cuando en las grandes superficies no lo consiguieron.  

Pérgamo la tuve siempre cerca. Supimos apenados de su cierre (2021), pero nos alegró su reapertura (2022). Hace poco compré allí —tras un breve curioseo en sus estantes— un libro delicioso de Giordano Bruno.  

Creo que cuando se cierra un pequeño negocio en nuestra ciudad no muere solamente el sueño de los que lo crearon. Con él mueren los recuerdos de quienes traspasaron sus puertas, y las ilusiones de futuras generaciones.  

Para finalizar, yo tenía dos casas. La primera era en la que vivía con mis padres en General Oraá. La otra estaba situada en Núñez de Balboa 95. Mi Casa de la Sabiduría, mi Pequeño Palacio, era la Biblioteca Popular Concha Espina (1926-2009). De pequeño subía las escaleras emocionado (todo el año) deseando estar en la sección infantil. Mi día preferido eran los viernes. Allí Carmen nos sellaba y entregaba los libros que deseábamos. Recuerdo los concursos de lectura, que más que una competición era un compartir… 

Dejo aquí estas breves crónicas sobre mi pequeña patria.  

Quizás lo más valioso de estas fechas no son los días de fiesta, ni tampoco son los regalos, sino el regalo de la presencia de quienes queremos (mientras podemos).  

Pinocho y gepetto, en la versión de Walt Disney (1940)


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