Unas Navidades ‘diferentes’

El Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud acordaba el pasado 2 de diciembre un conjunto de medidas para la celebración de las Navidades. El objetivo de las mismas es “modificar ciertas costumbres para garantizar la seguridad y el control de la pandemia procurando el menor impacto en el desarrollo de las fiestas”, según informaba el servicio de prensa del Gobierno.

Seguramente ya las conocen, pero recordaré lo fundamental de las mismas. Entre el 23 de diciembre y el 6 de enero, las comunidades y ciudades autónomas “harán efectiva la limitación de la entrada y salida prevista en el artículo 6.1 del RD 926/2020, de 25 de octubre, salvo para aquellos desplazamientos, adecuadamente justificados, que se produzcan por alguno de los motivos previstos, así como para acudir a los lugares de residencia habitual de familiares o allegados”. Asimismo, en los encuentros familiares en torno a las tradicionales comidas y cenas de los días 24, 25 y 31 de diciembre y 1 de enero, el número de personas reunidas no debe superar un máximo de diez, salvo que sean convivientes. La movilidad nocturna esas noches podrá realizarse hasta la 1:30 como muy tarde, y únicamente para volver al domicilio. Hay bastantes más medidas dirigidas a colectivos, sectores y actividades determinadas, pero éstas son las que afectan en mayor medida a la ciudadanía de a pie en su vida hasta ahora habitual por estas fechas.

Desde luego, sí que van a ser “unas Navidades distintas”, como anunciara el ministro Illa... Y la verdad es que estoy lleno de dudas, e imagino que ustedes también. Por un lado, estoy cansado tras tantos meses de distopía, sueño con cuando todo vuelva a ser “como antes” y tengo un montón de ganas de ver a “mi gente” sin trabas ni medidas. Además, es cierto que las cifras de la pandemia han bajado un montón: sin ir más lejos, en este Distrito Salamanca el mes pasado hablábamos de una tasa de incidencia acumulada de 374,39 casos por cada 100.000 habitantes (datos del 3 de noviembre), y un mes después (el 1 de diciembre) tenemos una TIA de 225,87… Pero por otra parte me digo que estas fechas no son más que eso, fechas, y que no nos vamos a morir por no poder celebrarlas como otras veces (ya celebraremos otras cosas), pero sí que puede morir alguien si no tenemos cuidado. Atravesamos una pandemia, una situación muy seria que hace un año solo asociábamos a alguna peli catastrofista, y es evidente que tendremos que hacer sacrificios. Otras generaciones tuvieron que sacrificar muchísimo más en peores condiciones, y salieron adelante.

A ver, quiero que me entiendan bien: no les estoy dando el discurso atufante que dan una y otra vez en los medios de comunicación en la línea de “claro, como nos hemos relajado pasa lo que pasa”. Detesto la moralina, y creo que además ésta se difunde de forma interesada siempre que se quieren “apretar las clavijas” para que la sociedad acepte más fácilmente el yugo. Además, no me parece que tengamos que echarnos las culpas de nada, pues entiendo que bastante tiene cada cual encima en su situación personal, sea la que sea, como para andar machacándonos. Y tampoco considero de recibo señalar a grupos concretos como los jóvenes: la mayoría de ellos cumple las indicaciones sanitarias a rajatabla, y además atravesamos una porquería de época para ser joven, pobrecillos. Cuando las Administraciones garanticen que la sanidad está como es debido, que hay suficientes rastreadores, que se le hacen las pruebas inmediatamente a cualquiera que haya tenido contacto con un positivo y que la investigación tiene suficientes recursos para hacer su labor sin estrecheces, entonces podrán darnos sermones, pero creo que hasta que llegue ese momento tienen tarea suficiente como para no perder el tiempo con monsergas y politiqueos.

Pero sí pienso que a todos nos toca hacer nuestra parte, y que hay que tener todavía mucho cuidado hasta que llegue la vacuna (parece que ya no queda tanto, menos mal). No dejemos todo lo que sabemos que funciona para limitar la extensión de la pandemia: mascarilla, lavado de manos, mantener las distancias, ventilar, minimizar los contactos y, llegado el caso, autoconfinamiento. Porque estas fiestas también toca utilizar una de nuestras herramientas más poderosas: el sentido común.


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