‘Tengan cuidado ahí fuera’

El estado de alarma concluía el pasado 21 de junio. Ese mismo día, incluso ya desde las primeras horas de la madrugada, una parte importante del vecindario de Madrid se lanzaba sobre las carreteras, ansiosa por ver “otros horizontes” tras varios meses sin poder moverse de su comunidad autónoma. Quien tiene pueblo, allá que iba deseando ver a familiares y amigos a los que ha añorado y por cuya salud ha temido desde mediados de marzo. Quien no lo tiene, decidía aprovechar la libertad recobrada para dar un salto a la costa o al menos (si el trabajo u otras obligaciones le impedían hacerlo) traspasar los límites regionales aunque solo fuera para asomarse a comunidades vecinas y sentir el “gustito” de cruzar una nueva frontera.

Que quede claro desde ya que éste no va a ser el típico artículo “de echar la bronca”, en plan “hay que ver lo inconsciente que es la gente”, “si es que pedimos a gritos un rebrote” y demás... Qué quieren, a mí el Pitufo Gafitas siempre me pareció un repelente, y la conducta descrita en el párrafo anterior la encuentro completamente lógica y esperable: el ser humano ama la libertad, y basta que nos limiten algo para que nos apetezca mucho más hacerlo, aparte de que todos tenemos familiares y amigos repartidos por todo el mapa, les queremos y nos preocupamos por ellos, y estábamos deseando poderles ver. Es algo normal, ya sea con la vieja o con la nueva normalidad, y no creo que sea de recibo andar reprochando nada a nadie después de estos horribles meses.

Ahora bien, esta “nueva normalidad” nos abre un escenario en el que por bastante tiempo va a planear el dilema, que cada cual tendrá que afrontar por su cuenta pero con responsabilidad, de cuánto nos inclinamos a un lado u otro en el continuo que va del disfrute a la seguridad en cada acción que llevamos a cabo. Porque obviamente esta historia de la COVID-19 aún no ha terminado, en todas las pandemias a lo largo de la historia ha habido rebrotes (es parte natural de dichos procesos), y ya hemos visto de lo que es capaz “el bicho”.

Llega el verano, con él el turismo, seguro que todos los que tengamos la oportunidad de hacerlo vamos a querer aprovechar para irnos de vacaciones ahora que podemos “por lo que pueda pasar”, y todo esto como digo es lógico, pero no debemos olvidar hacerlo observando todas las medidas de seguridad posibles para evitar la propagación de un virus acerca del que aún sabemos bastante poco (pero sí que se extiende como el fuego en secano) y para el que todavía no hay tratamiento ni vacuna. También es verdad que una parte importante de los focos que han ido surgiendo están localizados en centros de trabajo, lo que hace pensar que son mucho más peligrosos los tajos que las terrazas (yo siempre he estado convencido de que trabajar es malísimo para la salud, je...), aunque evidentemente esto nunca nos lo van a decir por la tele.

En fin, lo que quería decirles con todo esto, que por supuesto no es más que mi humildísima opinión, es que creo que al final tenemos que vivir, y que para ello hay que normalizar en la medida de lo posible, ya que si no esto no hay quien lo aguante. Pero sí pienso que esta situación hay que tomársela en serio y adoptar todas las precauciones posibles, por nosotros y por los demás, lo que por supuesto no significa vivir afincados en el miedo constante, que eso ni es vida ni es nada. Resumiendo: sean felices, pero como decía el sargento Esterhaus en Canción triste de Hill Street: “Tengan cuidado ahí fuera”.


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