COVID: pasando página

 

El viernes 5 de mayo por fin ha ocurrido algo que hace tres años anhelábamos con todas nuestras fuerzas: la Organización Mundial de la Salud ha anunciado el fin de la emergencia mundial por la COVID. Han pasado 1.191 días desde aquel 30 de enero de 2020 en el que dicha medida fue decretada. En ese tiempo, “La COVID ha cambiado el mundo y nos ha cambiado”, decía el director general de la OMS, el etíope Tedros Adhanom Ghebreyesus.

Y de qué manera ha cambiado todo… En estos tres años y tres meses ha habido 765 millones de diagnósticos y 6,9 millones de muertes, según las cifras oficiales, sobre las que hay consenso de que se quedan muy cortas, pues la misma OMS calcula que el número real de víctimas mortales estaría en torno a los veinte millones. Además, en palabras del director general, “Ha sido mucho más que una crisis sanitaria. Ha causado graves trastornos económicos, eliminando billones del producto interior bruto, interrumpiendo los viajes y el comercio, cerrando negocios y hundiendo a millones en la pobreza. Ha causado una grave agitación social, con fronteras cerradas, movimiento restringido, escuelas cerradas y millones de personas que han experimentado soledad, aislamiento, ansiedad y depresión”.

Pero tampoco nos confiemos del todo: como dice el director general de la OMS, “Mientras hablamos, miles de personas en todo el mundo luchan por sus vidas en unidades de cuidados intensivos. Y millones más continúan viviendo con los efectos debilitantes de la COVID persistente. Este virus llegó para quedarse. Todavía está matando y todavía está cambiando. El riesgo sigue siendo que surjan nuevas variantes que provoquen nuevos aumentos en casos y muertes”, por lo que la organización llama a no bajar la guardia y mantener las campañas de prevención y vacunación. “Sigue habiendo alrededor de 500 muertes todos los días en el mundo, lo que supone más de 200.000 fallecimientos al año, según los casos notificados, por lo que la realidad puede ser mayor. Son números muy altos todavía”, remachaba el director, quien advertía asimismo que no descarta volver a decretar la alerta si la situación lo hiciera de nuevo necesario.

Como curiosidad, si la comparamos con la otra gran epidemia reciente que perdura en la memoria colectiva, la gripe de 1918 mal llamada “española”, aquella duró algo menos (se data entre febrero de 1918 y abril de 1920), pero mató bastante más (entre 50 y 100 millones de muertos, según las estimaciones). Claro, eran otros tiempos, hoy la ciencia está muchísimo más avanzada, y sin duda la rapidez a la hora de desarrollar procedimientos y vacunas ha sido clave. 

En fin, el caso es que gracias al esfuerzo común y al avance de la ciencia, sumado al desarrollo típico de las pandemias, hoy podemos pasar esta dolorosa página de nuestras vidas y de nuestra historia reciente. La administración masiva de vacunas, los conocimientos aprendidos en cuanto a prevención y tratamiento y el propio “desgaste” del virus según va mutando para sobrevivir a la par que vamos desarrollando defensas al estar en contacto con él, ha propiciado que la pandemia poco a poco haya ido tornando en un mal recuerdo, del que en nuestra vida diaria ya quedan pocos retazos más que la obligación de llevar mascarilla en centros sanitarios y farmacias.

Más nos queda de otro virus que corrió casi de la mano con el que nos ocupa: el de la desinformación, las noticias falsas y las teorías conspiranoicas, que siempre han existido pero que estos últimos años han experimentado un auge que aún perdura. Éste parece que va para largo, y ante ello la “vacuna” sigue siendo la de siempre: acudir a diferentes fuentes de información, contrastarlas, identificar las fiables y distinguirlas de las que no lo son.


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