Violencia estructural, accesibilidad y agentes sociales

La mayoría de nosotros solo atendemos a la violencia cuando hay agresiones físicas o verbales, pero ésa, con ser mala, no es el peor tipo de violencia. Hay otros tipos que son mucho más agresivos y sus causas mucho más graves y duraderas para las personas que las padecen.

La violencia estructural es una violencia cuya causa es visible, pero sin embargo el efecto es invisible, solo es perceptible por las personas que la padecen. La denominación de “violencia estructural” no es la única posible a este tipo de agresiones: se puede hablar igualmente de violencia sistémica, oculta, indirecta o institucional.

La violencia estructural es aquella que produce daño en la satisfacción de las necesidades humanas básicas (supervivencia, bienestar, identidad, libertad, independencia, autonomía, autoestima...) como resultado de procesos sociales, es decir, sin necesidad de formas de violencia directa. Va dejando poso en las personas que la padecen, y no son situaciones tan fáciles de superar.

En este tipo de violencia los agresores son muchos, y en la mayoría de los casos sin conocimiento de ello, pero sí debieran ser conocedores de las causas de ese tipo de violencia y sus efectos los agentes sociales municipales y poner los medios necesarios para erradicarla.

En la vida diaria nos encontramos con multitud de actos de violencia estructural y no solamente no intervenimos, sino que la obviamos y dejamos que se sigan ejerciendo. Esto resulta más preocupante cuando son los agentes sociales los que miran para otro lado ante este tipo de violencia. Y peor aún cuando esos agentes sociales la desconocen.

La falta de accesibilidad a un parque infantil se convierte en una situación de violencia estructural para aquellas niñas y niños con algún tipo de diversidad funcional que no pueden participar del juego como todos los demás. Se ejerce la violencia estructural cuando en las aceras se colocan mesas, sillas, macetones, cartelería, etc., que impiden el paso libre a las personas con movilidad reducida o con problemas de visión.

Se ejerce violencia estructural cuando no se cumple la normativa de la señalización en las obras, la colocación de contenedores de basura en los lugares inadecuados, cuando en los cruces se dificulta la visión tanto para peatones como para conductores con diferentes obstáculos en las aceras o calzadas, etcétera.

Se ejerce violencia estructural cuando en los centros públicos, y sobre todo en centros culturales, no hay un servicio adaptado; cuando en un salón de actos no hay bucle de inducción magnética para que las personas que usan audífonos escuchen sin dificultad; cuando la iluminación no es la adecuada e impide su acceso a personas con problemas de visión; cuando la señalización es inadecuada, confusa o incomprensible para la localización de despachos o salas; cuando el mobiliario no es el adecuado...

Se ejerce violencia estructural cuando por falta de accesibilidad se impide el acceso al ocio, a la cultura, a la formación, etc. Se ejerce cuando se discrimina a las personas únicamente por alguna de sus circunstancias o características: por ser mayor, por no tener internet, por tener alguna discapacidad, por su género, por su nacionalidad… y así podríamos seguir enumerando multitud de momentos de violencia estructural que nos encontramos en la vida diaria.

Todas éstas, y otras muchas, son formas de ejercer la violencia estructural hacia un elevado número de personas que las padecen desde el silencio y la incomprensión. La violencia estructural no involucra a actores que infligen daño mediante la fuerza, sino que es equivalente a injusticia social. Se ejerce violencia estructural por parte de los que, pudiendo, debieran cuidar de que esa violencia no se ejerciera y no ejercen su poder para eliminarla. Hay quien ejerce la violencia estructural sin saber que la ejerce, y quien la admite sin saber que la admite. Miremos a nuestro alrededor y evitemos la violencia estructural que esté a nuestro alcance.


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