Me asustan los salvapatrias



ANA DE GÓNGORA. Junio 2018.

Me asustan los salvapatrias, tanto como los que hablan en nombre de Dios (da igual de la religión de que se trate): acaban profanando lo que pretenden defender y tiranizando a quienes dependan de ellos. La radicalización de las ideas y de los sentimientos, el fanatismo, pervierte aquello que se pretende defender, ya sea nacionalismo o religión, y últimamente se está abusando de estas emociones. En principio, algunos lo usan tratando de captar a los más proclives a ello, puro populismo, pero en algunos casos se está llegando a expresiones y límites peligrosos que rememoran etapas del pasado siglo y son demasiado parecidas para que pueda pensarse que son meras coincidencias... También es preocupante que reiteradamente se invoque la democracia, la libertad, la patria... No es necesario reivindicar y alardear machaconamente sobre esto cuando es lo normal y habitual en un Estado de pleno derecho. Es alarmante que Gobierno central y catalán sigan enrocados en una situación enconada desde hace ya demasiado tiempo por no haber sido capaces de buscar una solución política, o quizá por querer mantener la atención general fuera de lo que realmente debería preocuparnos, han preferido soliviantar los ánimos incitando al odio con un patrioterismo visceral y unos nacionalismos trasnochados que solo demuestran la baja calidad política y humana de quienes lo han provocado.

Al final, aunque aún no se ha acabado todo, la cortina de humo no ha podido mantenerse y la Justicia va sacado a la luz temas ciertamente preocupantes como la sentencia de 1.687 páginas, de la primera etapa del caso Gürtel, que vienen juzgando desde hace años. En ella, además de las condenas de cárcel para 27 de los encausados, se acusa al Partido Popular de haber mantenido oculta durante más de 20 años una financiación irregular con la que ha concurrido y ganado elecciones municipales, autonómicas y nacionales. Están además pendientes muchos otros casos de corrupción, prevaricación y demás calificativos jurídicos que se puedan aplicar y que alcanzan a todos los ámbitos; últimamente hemos visto que impregnan hasta el universitario.
También es preocupante que reiteradamente se invoque la democracia, la libertad, la patria...

Cabe preguntarnos si la corrupción es un mal endémico de nuestro país. ¿Nos hemos acostumbrado a vivir con ella? Porque todo esto ya lo conocíamos, y aun así no ha habido un rechazo manifiesto, una rotunda reprobación de la mejor manera que los ciudadanos podemos hacerlo: en las urnas. Cierto que la ley electoral necesita una reforma, que ya tampoco podemos estar plenamente seguros de que los resultados electorales sean limpios; son demasiadas malas prácticas las que se vienen sucediendo...

Esperemos que por fin predomine la sensatez, que dejemos de ser comparsas, meros espectadores, y recurramos a ese sentido menos usado, el sentido común, y miremos más allá de los reclamos que nos señalan, analicemos y reflexionemos sobre las cuestiones importantes, preocupantes que nos atañen a todos o, de no hacerlo así, seremos cómplices de los corruptos que están arruinando el país y nuestras vidas.

 

 

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