Los cuidados en el centro de la vida

En octubre del 2001 impartí una conferencia titulada Nuevo contrato social entre las mujeres y los hombres. Trató de cómo renovar la relación entre ambos sexos, partiendo de lo que su momento propuso el filósofo francés Jean-Jacques Rousseau en su obra El contrato social. El sistema patriarcal del que somos herederos instituyó la división social del trabajo por razón de género, según lo cual el espacio privado y el público quedaron separados por nacer mujer u hombre. Han acaecido veinte años desde esa conferencia, y no hemos logrado ese nuevo contrato social entre mujeres y hombres. No se ha conseguido compartir equitativamente las responsabilidades familiares.

¿Por qué a una mujer en una entrevista de trabajo se le pregunta si tiene pareja o si piensa en tener hijos próximamente; y, si tiene hijos, quién se encargará de cuidarlos si enferman? ¿Y por qué a una mujer, en algunas entrevistas de trabajo, le preguntan si tiene padre, madre, suegra, suegro o algún familiar mayor a su cuidado o próximamente a su cuidado? Las reglas sociales establecen que los hombres parecen beneficiarse para su desarrollo profesional de la estabilidad asignada al hecho de crear una familia, mientras que para las mujeres supone uno de los principales obstáculos para su plena participación en el mercado laboral y en muchos casos es causa de su abandono. En nuestra sociedad en general y en nuestro país en particular, se puede afirmar que el peso de la conciliación de la vida familiar y profesional sigue recayendo en las mujeres, que conlleva una desigual distribución del uso del tiempo entre las mujeres y los hombres.

La pandemia ha hecho emerger de nuevo el problema de la conciliación en nuestro país, demostrando nuevamente que las mujeres siguen siendo las principales perjudicadas. Según el último estudio realizado por el Club Malas Madres a través de su Asociación Yo No Renuncio, en base a una encuesta a más de 7.000 mujeres voluntarias con y sin hijos, una de cada cuatro mujeres (22%) ha renunciado a todo o a parte de su trabajo para cuidar de los hijos e hijas durante el último año. La mayoría de ellas lo ha hecho gastando días de vacaciones para atender a los menores durante las cuarentenas preventivas (74%), pero también reduciéndose la jornada (11%) o cogiendo excedencias y días no remunerados (21%). En definitiva, falta regulación, protocolos de apoyo, flexibilidad en los centros de trabajo y corresponsabilidad en el ámbito privado.

Para avanzar, necesitamos que todas y todos nos creamos de verdad que los cuidados deben estar en el centro de la vida. Todavía existen muchos ejemplos de personas que se orgullecen de no ausentarse de sus puestos de trabajo porque fallecen sus padres, o de trabajar hasta altas horas de la noche como si fuera algo para elogiar. Esta situación sigue existiendo en generaciones jóvenes. Por ejemplo, un youtuber comentó que su trabajo consiste en estar conectado las veinticuatro horas del día, que tiene que estar “a tope” y su compañera lo entiende, y por lo cual también se ocupa de lo que él no puede, es decir, del cuidado.

CARMEN CASTAÑÓN
PRESIDENTA DE XXI EN IGUALDAD
enigual@xxienigualdad.org


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