Odio y violencia



ANA DE GÓNGORA. Septiembre 2017. 

Hace unos días, una vez más, la violencia bárbara, cobarde y deshumanizada ha atacado vilmente en nuestro país a ciudadanos sencillamente porque estaban en esos lugares en esos momentos. Como pueden comprender, me refiero a lo sucedido en Las Ramblas de Barcelona y el paseo marítimo de Cambrils, pero me niego a hacerles la propaganda que buscan con sus actos salvajes hablando de terrorismo, de sus siglas y sus lemas.

Siempre ha habido seres ávidos de poder, con instintos sádicos y crueles y capaces de manipular a los más débiles; dependiendo del ámbito en el que se desenvuelvan se servirán de lo que les sea más útil para motivar y enardecer a quienes les sigan, ya sea Dios, la patria, la bandera, su equipo de fútbol, etc.; esto no quiere decir que todos los líderes sean así ni que todos los ciudadanos vayan a seguir a ese tipo de seres: únicamente aquéllos con instintos similares, ira ciega, odio, inclinación a la violencia y la crueldad, o seres inmaduros a los que se pueda manipular desarrollando estos instintos y atrofiando otros como la empatía, el sentido humanitario y demás valores positivos.

Creo firmemente que no debemos entrar en su juego: lo que buscan es publicidad. Ya se sabe lo que suelen decir quienes buscan esto: “que hablen de uno aunque sea mal”. Pues bien, creo que de estos seres lo único que debe tenerse en cuenta es que son criminales, asesinos, y que debe ser la Justicia quien se ocupe de ellos. Y no solo de los criminales: también deberían interesarse por quienes les dirigen, les financian y suministran lo necesario para sus crímenes.

Cierto es que también los medios de comunicación se aprovechan de estas cuestiones que despiertan el miedo, la curiosidad morbosa e incluso esos mismos bajos instintos que en el fondo están en el interior de todo ser humano. Admitámoslo: no hay un “ellos” y un “nosotros”, todos llevamos “el bien” y “el mal” desde la más tierna infancia, y por los estímulos que recibimos vamos eligiendo lo que nos gusta, lo que nos hace sentir bien, lo que nos satisface. Así, vemos como hay personas que al expresarse públicamente no solo entran en el juego de los tópicos y lemas (religión, raza, cultura, odio, fanatismo...), sino que además muestran su propia predisposición hacia ellos o contra ellos; da lo mismo, de cualquier modo se ponen a su mismo nivel. La violencia verbal también existe y puede causar mucho daño. No todo debe valer para conseguir audiencia, apoyo o compensaciones de cualquier tipo.

Tampoco debemos caer en ese tópico que oímos frecuentemente de que estamos viviendo los tiempos de mayor violencia, crueldad, desastres... No es cierto: en todas las épocas la humanidad ha pasado por similares o peores circunstancias. El ser humano no ha evolucionado mucho, lo que sí ha avanzado es la tecnología, y ahora tenemos información mundial instantánea. Así podemos conocer lo que ocurre en cualquier lugar del mundo. Quizá lo que vivimos hoy es una saturación de información pocas veces objetiva, ya que suele usarse más que para informar para dirigir la atención, y así la opinión, hacia aquello que convenga a quienes controlan esos medios de información.

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