La educación y el final de la vida


La educación y el final de la vida


ANA VALIENTE

El 27 de mayo, en la Agrupación Socialista del Distrito de Salamanca, se celebró una mesa redonda titulada La educación y el final de la vida, que fue el colofón de una serie de charlas-coloquio a cargo del doctor Luis Montes, médico anestesista y presidente de la Asociación Federal Derecho a Morir Dignamente.

Durante estas charlas-coloquio se han tratado todos los temas relacionados con la muerte digna, desde el ordenamiento jurídico existente, pasando por el testamento vital, la “buena muerte”, la objeción de conciencia, la autonomía del paciente, la eutanasia... Incluso tuvimos un cinefórum. Sin embargo, habíamos dejado de lado un tema transversal en la vida, un asunto tan fundamental y tan poco tratado como es la educación.

Por eso invitamos a participar a Amparo Gámez Guardiola, psicóloga especialista en Psicoterapia Psicoanalítica del Niño y de su Familia, que intentó desgranar cómo los más pequeños pueden llegar a asimilar y afrontar la pérdida. Antes de los 6 años solo se les puede explicar el cambio emocional que hay alrededor de una pérdida; sin embargo, entre los 6 y los 10 años, cuando ya tienen más capacidad de entender la pérdida, pasaran el duelo. Es fundamental hablarles con claridad. Los pequeños, al igual que los adultos, sienten, lloran, sufren y entienden.
Otro de los ponentes fue Francisco Catalán Murciano, gran conocedor del mundo de la enseñanza, porque además de ser licenciado en Ciencias Sociales ha sido profesor de Primaria y de Secundaria, e incluso ha dirigido un colegio. Trató el tema curricular; mejor dicho, el no tema, porque la muerte no se trata en el colegio, no hay ningún texto que recoja algo relacionado con algo tan común en la vida como es la muerte. Los grandes pensadores, los filósofos, han hablado, han escrito, han pensado sobre el final de la vida, sobre la muerte. Sin embargo, este sistema educativo que minusvalora las ciencias sociales no la incluye ni en Filosofía, ni en Educación para la Ciudadanía.

La sobreprotección a la que tenemos sometidos a nuestros hijos, unido a la vitalidad que emanan, les impide que se planteen que la vida tiene un final; incluso pueden frivolizar con él. El horror, las guerras, las muertes, tan presentes en la televisión, hacen, con el exceso de imágenes e información, que desaparezca la carga dolorosa y se convierta casi en un espectáculo.
Tampoco ayuda nada el lenguaje, añadía al debate el doctor Luis Montes: la palabra muerte ni se pronuncia, ni se escribe, por tanto es imposible propiciar una opinión pública que favorezca un cambio de modelo que se incline hacia la muerte digna.

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