Estamos ‘de estreno’



ROBERTO BLANCO TOMÁS. Junio 2018.

Bueno, ¿qué les parece? El culebrón de la política institucional española ha llegado al fin de temporada, y la siguiente empieza a continuación, como en los canales temáticos. Lo explico así por establecer un símil de actualidad que tenga significado para la mayoría (estamos todos enganchados a las series, sin duda el fenómeno audiovisual de la segunda década del siglo), y porque tal y como están las cosas, “culebrón” es la mejor definición que se me ocurre para lo que venimos contemplando en los telediarios desde hace ya bastante tiempo.

Y es que, en los últimos años, casi cada semana (incluso casi cada día) hemos asistido a alguna noticia de actualidad política que nos ha dejado con la boca abierta. Sin duda uno de los momentos álgidos ha sido, por ejemplo, el “Cifuentesgate”, en una temporada que también ha dado sorprendentes “puntos de trama” en Cataluña; nos ha dejado momentos de comedia musical como el de Marta Sánchez y su himno, que al final se quedó Ciudadanos; o de sitcom moderna como la historia del “referéndum” del chalé de los Iglesias-Montero (dicho así suena más acorde con su nueva residencia, ¿cierto?).

En fin, y como toda buena temporada, ésta ha terminado con lo que aparentemente es un cambio total, de presidente del Gobierno en este caso. Pero no se me asuste el público liberal-conservador, pues ya se sabe que en esto de las series los grandes cambios no lo son tanto, y la esencia sigue siendo básicamente la misma para no perder demasiada audiencia. Estamos en una democracia parlamentaria, el sistema político por excelencia del capitalismo, y eso no lo va a cambiar ni el PSOE ni Podemos, llegado el caso, sobre todo porque no lo pretenden: son parte de ella. Todos los partidos políticos presentes en el Parlamento aceptan y defienden este sistema, con todo lo que contiene: la democracia representativa, la propiedad privada de los medios de producción, la economía de mercado, etc. Incluso la monarquía, aunque alguno haga aspavientos. Tienen trabajo, cobran un buen sueldo, y quieren seguir haciéndolo, que hay que pagar la hipoteca. Así que no se preocupen: en los próximos años las cosas no van a cambiar mucho.

Y no lo van a hacer porque el PSOE no quiere y tampoco puede. Únicamente intentará suavizar algunas de las “sobradas” del Partido Popular (pero poquito: por ejemplo, solo se ha hablado de derogar los artículos más duros de la Ley Mordaza, pero nada de derogarla entera), pues aunque quisiera ir mucho más allá no le sería posible: depende de muchas fuerzas políticas demasiado distintas entre sí, el PP tiene mayoría en el Senado y, en fin, solo quedan dos años para las elecciones. Como verán, a lo único que puede aspirar es a intentar tranquilizar una situación ya bastante crispada, algo que no gusta nada al gran capital, que es quien realmente manda aquí. ¿Lo conseguirá? No sé decirles: acabamos de entrar en la etapa del “ya veremos”.

Otro interrogante que queda para el futuro próximo: si sobrevive a todo lo que se le está viniendo encima, sobre todo por la vía judicial, ¿será capaz el PP de aprender por fin la lección de que en estas lides con arrogancia y sin autocrítica no se va a ninguna parte? Porque esta gente siempre acaba yéndose de mala manera... Por poner solo tres ejemplos, Aznar y los tres días que siguieron al 11M, Cristina Cifuentes con su máster y su vídeo del Eroski, y ahora Rajoy poniendo de acuerdo a casi todas las fuerzas políticas al menos en una cosa: que se tiene que ir. Con otra actitud, todos ellos podrían haberse ido de una forma mucho más digna, y en el último de los casos, reaccionando a su debido tiempo con mayor humildad y una limpieza al menos aparente en el partido, es posible incluso que hubiera podido capear el temporal. Pero es difícil que una persona soberbia recapacite; justo por eso, por la soberbia.

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