‘Punk in Drublic Madrid’, en el Palacio de los Deportes



ROBERTO BLANCO TOMÁS. Junio 2019.

Un festival estupendo, en un lugar inadecuado.

Pues sí, la gira de punk-rock-para-adolescentes-de-los-noventa creada por Fat Mike, el líder de NOFX, aterrizó en Madrid el 14 de mayo, concretamente en el Palacio de los Deportes (me resisto a llamarle “Güicink Center”, igual que me resisto a decir “Vodafón Sol”. Madrid es de sus vecinos, no de las firmas comerciales), antes de continuar viaje hacia Barcelona y Vitoria. Y lo hizo con seis bandas “de primera” dentro de este estilo musical y un ambiente excelente, pero en un lugar totalmente inadecuado y con una organización absurda, que casi arruinan la fiesta. Aunque finalmente la música y el jolgorio resultaron vencedores, menos mal.

Abrieron el cartel los madrileños Wild Animals, que nos hicieron entrar en calor. Después los muy esperados Less Than Jake, de Florida, dando velocidad al asunto. Y a partir de aquí, todo grupos de California (no en vano a este subgénero se lo conoce como “punk californiano”). Mad Caddies, bastante orientados al ska y al reggae y que gustaron un montón. Luego Lagwagon, a mi juicio lo más flojo de la noche, un tanto monótonos y sosetes en comparación con las demás bandas. Y los “platos fuertes”, ya con el patio lleno (unas 5.000 personas, según Todo Rock): Bad Religion y NOFX. Los primeros pusieron la directa y arrasaron como una división blindada (momento apoteósico su emblemática Punk rock song); y los segundos, tan divertidos como siempre, interactuando con el público y haciendo bailar a todo el mundo. Sin duda una gran noche, propiciada por un cartel estupendo en la teoría y en la práctica.

Pero hablemos del lugar y la organización, pues la sensación que me llevé es que el Palacio de los Deportes puede funcionar para conciertos convencionales, pero no para un festival de seis horas. Para empezar, porque en un festival de seis horas todas las personas van a pasar al menos una vez por el baño (y muchas probablemente más). Resultado: servicios insuficientes y colas interminables. Pero lo peor fueron otras dos cuestiones, que podemos resumir en “no puedes vender comida y no disponer ningún lugar para comerla” (porque no somos animales para tener que comer de pie) y “no puedes hacer un festival de seis horas y no tener ningún sitio donde la gente pueda sentarse aunque solo sea un momento”. Y respecto a esto último, si encima pones un dispositivo de vigilantes de seguridad de uniforme pasando constantemente entre la gente para controlar que nadie se siente, fume, etc., creas además una sensación de régimen penitenciario muy desagradable. Uno paga una entrada (y no paga poco, añado) para ver un concierto tranquilamente, no para que le estén molestando todo el rato. Entiendo que tiene que haber seguridad, pero ésta tiene que ser lo más discreta posible.

Pónganse en el caso: compras un trozo de pizza y una bebida, te vas a una esquina a sentarte donde no molestes, y enseguida tienes ya a dos vigilantes diciéndote que te levantes. Y si se te ocurre decirles “sí, cuando termine de comer”, la respuesta es “tú mismo, o te levantas ya o llamamos a otros dos compañeros, te levantamos y vas fuera”. Comentándolo con un trabajador de allí, éste culpaba a los promotores por no alquilar también las gradas. No me vale: los dueños de la sala, responsables de la misma, deben asegurar que ofrecen unas condiciones mínimas para celebrar en ella un evento. Está muy feo eso de coger la pasta y luego “lavarse las manos”.

Mi interlocutor quiso tranquilizarme diciéndome que seguro que ese festival ya no se iba a celebrar más allí, pues no había llegado a la mitad y ya iban más de 50 personas expulsadas (no me extrañó, dado que ya me habían “expuesto” la política al respecto). Apunté que la actitud de la seguridad predisponía a que los asistentes, que estaban recibiendo un trato más de sospechosos que de clientes, reaccionaran mal. Súmese además que ya tenemos una edad para aguantar según qué cosas: el paso de los años nos ha transformado a los “adolescentes de los noventa” en cuarentones, por mucha camiseta punki que llevemos. Añadió que algunos estaban tirando vasos de plástico, lo que nos lleva a otra queja: hacía años que no veía en un festival de música un vaso desechable, detalle obsoleto que parece impropio de un lugar como el Palacio de los Deportes. Si no quieren que tiren vasos, que los pongan reutilizables como el resto de festivales, y así nos ahorramos la guarrería de suelo ultrapegajoso que pudimos “disfrutar” ya en las últimas bandas, y cuidamos el medio ambiente, que falta hace también.

En fin, lo dejo ya. Como decía al principio, menos mal que la música y el ambiente entre el público, que quería disfrutar de un concierto memorable, hizo que tampoco importara tanto lo demás. Punk’s not dead, colegas.

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