Todo está en los libros

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Todo está en los libros


 
ROBERTO BLANCO TOMÁS

El pasado 23 de abril, como cada año, hemos celebrado el Día Internacional del Libro. En esta redacción nos declaramos rendidos amantes de lo que la RAE define como “Obra científica, literaria o de cualquier otra índole con extensión suficiente para formar volumen, que puede aparecer impresa o en otro soporte”, por lo que hemos considerado una excelente idea dedicar, con la excusa de tan querida efeméride, el Tema del mes de mayo a estos fieles amigos, ya sea en papel o electrónicos, por entender además que es parte importante de la labor de los medios de comunicación la difusión cultural y la incitación a la lectura.

Comenzaremos explicando de dónde viene esta celebración, para lo que me serviré de la web europea dedicada al Día del Libro: “El origen del Día del Libro se remonta a 1926. El 23 de abril de 1616 fallecían Cervantes, Shakespeare y el poeta Inca Garcilaso de la Vega. También en un 23 de abril nacieron —o murieron— otros escritores eminentes como Maurice Druon, K. Laxness, Vladimir Nabokov, Josep Pla o Manuel Mejía Vallejo. Por este motivo, esta fecha tan simbólica para la literatura universal fue la escogida por la Conferencia General de la UNESCO para rendir un homenaje mundial al libro y sus autores, y alentar a todos, en particular a los más jóvenes, a descubrir el placer de la lectura y respetar la irreemplazable contribución de los creadores al progreso social y cultural”. Cabe aclarar que esto contiene una pequeña inexactitud: Cervantes falleció el 22 y fue enterrado el 23, mientras que Shakespeare murió el 23 de abril del calendario juliano, que corresponde al 3 de mayo del calendario gregoriano. Pero se entiende perfectamente que estos “mínimos detalles” no ensombrecen en absoluto el simbolismo de la fecha, que sigue cumpliendo su labor como nexo efectivo entre ambos acontecimientos para dar sentido a la celebración que nos ocupa.

En cuanto a la importancia del libro en nuestra vida, siempre me he servido del mismo argumento, que considero incontestable. Haced memoria de vuestra época escolar: recordaréis que el paso de la Prehistoria a la Historia no era una fecha concreta, sino que variaba entre las distintas civilizaciones. Y el criterio que se utilizaba para considerar que una civilización había dejado atrás la Prehistoria y que comenzaba su Historia era cuando descubría la escritura y dejaba testimonios escritos. Esto no es algo baladí: dejar testimonios escritos supone empezar a acumular el conocimiento y poder así avanzar en todos los campos. Porque ya no hay que descubrir la rueda o el fuego casi en cada generación, sino que podemos beneficiarnos de todos los saberes alcanzados por nuestros ancestros y continuar la investigación justo donde ellos la dejaron. Esto permite y potencia el desarrollo de la sociedad en todos los campos, nos aleja definitivamente de las cavernas, y supone una de las diferencias clave entre nuestra especie con respecto al resto de animales: en lo sucesivo dependeremos menos de nuestro instinto y ya nunca empezaremos de cero.
Así, se puede afirmar que desde que descubrimos la escritura todo está en los libros. Y “todo” no es solo nuestro conocimiento científico y tecnológico, sino también toda nuestra historia, nuestras manifestaciones artísticas, nuestros sentimientos y emociones a lo largo del tiempo, cómo nos ha afectado todo lo que nos ha ido pasando, qué hemos ido aprendiendo y también, cómo no, nuestros sueños a lo largo de los siglos. Sería un terrible error renunciar a tan rica herencia y condenarla a un trastero, ¿no os parece?

Pero es que además los libros nos llevan a mundos apasionantes. En este sentido, recuerdo la defensa que hacía Arturo Pérez-Reverte en una conferencia a la que asistí en mis años universitarios. Por supuesto, no soy capaz de reproducirla textualmente (hará unos veinte años de aquello, y no dejé testimonios escritos de ella; mea culpa, je, je…). Arturo venía a decir algo así como que no le cabía en la cabeza que alguien pudiera renunciar a correr aventuras, vivir experiencias al límite, enamorar a “la chica” (o “al chico”), visitar lugares exóticos y lejanos, encontrar amigos fieles, derrotar a “los malos”, y todo ello sin moverte del sillón, pues todo eso son los libros. Aquella forma de expresarlo se me quedó grabada, ya que la lectura me hace sentir justo eso. Y como todo está en los libros, seguro que existe al menos un libro capaz de fascinar a cada persona. Si no habéis descubierto aún el vuestro, os animo a que emprendáis búsqueda tan fascinante: no os arrepentiréis. Y… ¡¡¡feliz Día del Libro!!!

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