Políticos con empatía

Políticos con empatía


ANA DE GÓNGORA

empatia3Se van desmoronando los viejos esquemas. Vamos comprobando que en nuestro país cada vez hay más personas que piensan por sí mismas, que saben lo que quieren y lo que no, y que lo ponen de manifiesto.

Los políticos “de siempre” deben comprender que ya no sirven las teorías y matracas repetidas una y otra vez. Ya no para la mayoría. Deben dejar paso a mentalidades más abiertas, con capacidad de diálogo y de respeto a los demás. El problema no está en la edad, sino en el anquilosamiento de las ideas. La experiencia es válida cuando se aprende de ella y se sigue avanzando; no lo es cuando la persona se queda anclada en ella y quiere repetir lo mismo una y otra vez. En este caso, la experiencia y la veteranía son una rémora, como hemos visto en las pasadas elecciones.
Los dos partidos que hasta ahora abrían y cerraban el abanico de electos en nuestra comunidad y alcaldía han sido víctimas de su encorsetamiento, de su anquilosamiento mental.

Los primeros, han creído que seguiría funcionándoles aquello de “¡Que viene el lobo...!”, y se han encontrado con que una mayoría pensante ha dicho: “con lobos a mí... Ya hay bastantes lobos entre vosotros”. Claro, que todavía sigue habiendo mentes, anquilosadas también, que siguen creyendo en los viejos fantasmas y en cuantos quieran contarles.

Los otros siguen aferrados a sus viejos esquemas, añorando lo que ellos creen que pudo haber sido y no fue, cuando ya no existe la menor posibilidad en todo Occidente, ni en los países del Este se ha mantenido, y creo que la idiosincrasia española no lo habría soportado ni en sus mejores tiempos. Lo de “Vuelvan a tocar la que se fue...” solo sirve para las canciones.

Es una lástima que con su rigidez impidan que personas con las ideas más claras y frescas, incluso dentro de sus partidos, accedan a puestos más destacados en los que serían mucho útiles a la sociedad; personas con capacidad de diálogo, con voluntad de hacer más que de decir (o de callar). Capaces de escuchar y comprender a los demás, o al menos intentarlo. Personas con los pies en la tierra, aquí y ahora, mirando a los demás de frente, cara a cara, con una sonrisa amable; es decir, con empatía, que es imprescindible en las relaciones humanas y, sobre todo, si se ocupa un cargo público. Capaces de admitir los errores cuando los haya y no tolerando nada que atente contra la honestidad y honradez, que debe ser una premisa en cualquier cargo público que, al fin y al cabo y aunque lo hayan olvidado los de la vieja guardia, es un servicio al país y a los ciudadanos que los mantienen.

Hay un viejo dicho que creo que viene muy bien con un complemento: “La mujer del César no solo debe ser honrada, sino (también) parecerlo”, y “El César no solo debe parecer honrado, sino también serlo”.
Un abrazo,

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