EntreMuros, de Bernardo Aja, en la Casa de América



CASA DE AMÉRICA. Febrero 2019.

Hasta el 9 de febrero.

Convertirse en un fisgón suena a tarea sencilla, sin embargo cumplirlo de manera óptima implica mucho empeño: una curiosidad insaciable, una mirada objetiva, una distancia seductora. Un fisgón que se adentra a casas y a pasados, a historias ajenas. Todo ello culmina en un proyecto, EntreMuros. Mirar el compilado de fotografías genera, de manera inevitable, la siguiente pregunta: ¿qué busca Bernardo Aja? Quizá la curiosidad sea el motor más evidente, pero es claro que hay algo más. La teatralidad, la selección de personajes y locaciones nos dan pauta para encontrar no solo la historia capturada, sino la historia misma de Bernardo. EntreMuros son fotografías que logran inducirnos a dos temporalidades, familias actuales que mantienen auras de siglos pasados, combinando una estética contemporánea con residuos del siglo XIX y XX.

La relación que existe entre los personajes y su espacio íntimo nos revela el peso de la herencia, el testamento, la pérdida; el registro de una generación que está perdida entre dos muros, entre dos vidas. Personajes que se mantienen insurgentes a lo establecido y que coleccionan inservibles objetos que les permiten llevar la vida al presente, un placebo que los mantiene inmersos a una realidad efímera, una vida que cobra sentido a partir de la profundidad de su propia ilusión.



El nexo de cada una de estas historias y el gatillo que dispara la curiosidad de Bernardo es el sentimiento de nostalgia y melancolía. Retratar el dolor, la angustia, lo que se dejó atrás, las inquietudes que quizá no pasaron en carne propia pero que son transmitidas; todo aquello se mantiene a flote dentro de los muros que albergan dichas historias.

Bernardo no se deja deslumbrar por estas clases sociales, sino que interactúa con ellos, se entromete en sus vidas y sus miedos. Es esta intromisión lo que logra que se rompa con la lógica del retrato de caballete, creando situaciones teatrales y cinematográficas que muestran algo más que el simple registro, un inicio in media res literario, un momento exacto que muestra un secreto.

Estos personajes vulnerables son la carnada, ya que Bernardo Aja se mantiene al resguardo detrás de la lente. La cámara le da el pase para satisfacer una búsqueda que germina más allá de sus retratos, la de encontrar un sentido a sus propias inquietudes.

La exposición EntreMuros es esa delgada grieta que el voyeur utiliza para mirar a los otros, haciendo que Bernardo Aja sea un inexcusable fisgón.


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