Toros y Constitucional



PGARCIA.

— ¡Mira! —dijo un toro catalán a otro toro catalán, tendiéndole el periódico que estaba leyendo en el café de los toros catalanes—. Fíjate cómo critican los toros antihombrinos catalanes que el Constitucional permita las corridas de hombres en Cataluña.

— Es que los toros antihombrinos siempre han sido muy defensores de los humanos... — movió la testuz el toro catalán que había tomado la palabra.

— Porque los ciega un mal entendido hombrismo. Dicen que los hombres son seres vivientes como los otros animales, y en eso están en lo cierto. Pero no comprenden que las corridas de hombres son algo más que un sacrificio. Es un bien cultural, es la fiesta nacional, enraizada con nuestras más profundas tradiciones; es arte puro.

— Pues en la Unión de Pastos Europeos —se rascó un cuerno el otro toro catalán— dicen que el hombre sufre mucho estrés cuando el toro lo pica, cuando lo banderillea y cuando falla con el estoque.

— ¡Bah, tonterías! —rio el primer toro catalán—. El hombre de lidia está criado para eso. La razón de su existencia es embestir al trapo y ver si se puede llevar por delante al toro.

— ¿Y qué opinas de los toros ecologistas, que dicen que también sufren mucho los hombres en los sanfermines y en los encierros de los pueblos, y cuando nuestros novillos corren a los hombres embolados? —inquirió su compañero.

— Que son unos cursis y unos esnobs, que quieren presumir de toros de izquierdas —echó un azucarillo en su café el toro entusiasta de la fiesta—, pero a buen seguro que luego, en su casa, bien que ponen la tele para ver las corridas de hombres.

— Entonces, ¿no debemos permitir que los antihombrinos y Europa se metan con nuestros festejos de hombres catalanes?

— ¿Y que se vaya al traste el negocio de las ganaderías humanas, el de los hombreros que vuelven locas a las vacas catalanas con sus hazañas en el ruedo, y el de los cronistas hombrinos que buenos sobres que les sacan a los apoderados de los maestros? —no disimuló su sarcasmo el astado—. ¡Vamos, hombre!... Digo, ¡vamos, toro!

Los dos toros catalanes miraron sus relojes y comprobaron que se acercaba la hora. Pagaron sus consumiciones, encendieron unos gordos puros y se encaminaron a la  Monumental comentando que esa tarde se iban a lidiar seis hombres, seis, con unas cornamentas como hacía tiempo que no se veían. Y mientras seguían su camino, disfrutando del sol de la tarde, toros y vacas iban en manada, en la misma dirección, alabando el cartel de aquel domingo, y canturreaban gozosos:

— ¡A los hombres! ¡A los hombres!...

Y otros gritaban:

— ¡Visca Catalunya! ¡Visca el Constitucional!

PGARCÍA


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