Virus respiratorios

Llegaron las fechas navideñas, y con ellas también la habitual epidemia de enfermedades causadas por virus respiratorios, favorecida por las bajas temperaturas y el aumento de nuestra vida social y familiar propio de las fiestas, factores ambos que facilitan muchísimo la transmisión. En este escenario, la noticia que ha llenado páginas y minutos de medios informativos ha sido la saturación de los centros sanitarios.

Así, según leemos en el diario El País del viernes 5 de enero, “En la última semana del año, la incidencia reportada por los centros de Atención Primaria subió un 75%, hasta llegar a 438,3 casos por 100.000 habitantes, lo que también se está notando en las plantas de los hospitales, donde los ingresos se han incrementado un 60% en solo siete días (hasta los 9,5 casos por 100.000 habitantes)”, según datos publicados por el Instituto de Salud Carlos III. Ello ha tenido como consecuencia que los centros sanitarios estén ahora mismo a tope, con grandes colas y elevado tiempo de espera, y parecen influir en esta saturación el ya crónico déficit de personal de nuestra sanidad, acentuado además por la merma que suponen en las plantillas las vacaciones navideñas y los contagios entre el personal sanitario, y probablemente una mayor sensibilidad de la población ante estas enfermedades tras lo vivido en la pandemia de COVID-19.

Dicho todo ello, cabe asimismo apuntar que en esta ocasión la incidencia de la gripe es mucho mayor que la de la COVID, así como que los expertos apuntan que efectivamente estamos ante unos datos superiores a los habituales pero en absoluto a los máximos históricos registrados, sino más bien una cosa aún mediana y por lo tanto de momento no excepcional. En cualquier caso, se espera que “las infecciones sigan subiendo y que el pico llegue en la segunda quincena de enero”.

Llegados a este punto, entiendo que lo mejor que podemos hacer es servirnos del sentido común e intentar no agravar la situación, ni la nuestra ni la de los demás. Quien más y quien menos hemos pasado ya unas cuantas veces la gripe (e incluso la COVID) y tenemos una cierta idea de cómo funciona. En la mayoría de las ocasiones no hemos necesitado acudir a Urgencias: lo hemos pasado en casita con reposo y medicación. En esta línea, los profesionales sanitarios recomiendan a las personas que no estén consideradas población de riesgo no acudir a un centro de salud ante los primeros síntomas. Como explicaba a El País Lorenzo Armenteros, portavoz de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria, “No hay que asustarse, hay que dar un margen de 48 horas para ver cómo evolucionan los síntomas y tomar un antitérmico o un antiinflamatorio a dosis bajas. Si más allá de este tiempo no ha mejorado, tampoco es necesaria asistencia médica: habría que dejarla para sintomatología más grave, como disnea, fiebre de más de cuatro días, agravamiento de la enfermedad…”.

Pero sí hay un problema muy concreto que debería solucionarse: para poder quedarse en casa recuperándose, la población activa necesita que un médico de Atención Primaria le firme una baja, y es más que probable que parte de la saturación en los centros de salud también se deba a esto, por lo que sería necesaria una solución específica desde Sanidad para facilitar el proceso. Escribo este texto el domingo 7, y está previsto que mañana lunes el Ministerio anuncie nuevas medidas; esperemos que no se olviden de esto. De momento, parece previsible que vuelvan las mascarillas como mínimo a los centros sanitarios, algo que, también por sentido común, ya deberíamos estar utilizando hace tiempo, por nuestra seguridad y por la de los demás.


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