Pinturas de Alfredo Alcain.

REDACCIÓN

La galería de arte Fernández-Braso (C/ de Villanueva, 30) nos ofrece una exposición dedicada a las últimas pinturas de Alfredo Alcain (Madrid, 1936), realizadas entre los años 2012 y 2015, que podrá visitarse hasta el 31 de diciembre.

La figura de Alcain destaca en el panorama artístico español desde los años 70, década que asistió al renacer del lenguaje figurativo y de las distintas posibilidades que éste ofrecía para analizar, representar y criticar la sociedad y la opresión política de aquellos años. En esas circunstancias, Alcain configura un estilo artístico muy personal, a mitad de camino entre el realismo y el pop art, nutrido de una iconografía que atendía tanto a lo castizo como a lo popular, y todo a través de un lenguaje aparentemente sencillo, sutilmente irónico y decididamente moderno.



La evolución de Alcain, desde sus series tradicionales hasta las últimas, la ha explicado él mismo: “Hubo un momento a finales de los noventa en que los bodegones van adelgazando de tal forma y son tan esquemáticos, que los fruteros y frutas van desapareciendo y se quedan solo las líneas y el color. Poco a poco la figuración desaparece, y a partir de entonces se va desarrollando una estética de líneas y manchas que llega hasta ahora mismo”.

Pues ahí delimitado, en ese tipo de obra que Alcain tituló como Líneas y manchas, hay que situar lo último que ha venido realizando desde 2012. Pinturas que comparten elementos comunes a todo su trabajo, como su predilección por la línea y el dibujo, la expresividad del color y la pulcritud y claridad en su ejecución. Sin embargo, ahora no hay prácticamente ningún motivo figurativo, sino una tendencia a ocupar todo el espacio pictórico a través de una sucesión de formas geométricas que se desarrollan aparentemente de forma caprichosa y azarosa. Esta tendencia hacia lo formal y abstracto, más que situar su obra en la corriente de la clásica abstracción geométrica, la convierte en un sistema sencillo y desenfadado que le permite expresarse y llegar a pintar la pintura, sin rastro visible de lo que no sea el simple hecho de pintar.

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