Bárcenas, con ese y sin ese.

LA GOLONDRIZ



Bárcenas es hoy apellido famoso entre nosotros. En tiempos de nuestros abuelos lo era sin la ese final: Bárcena. Decimos hoy “Bárcenas” e inmediatamente nos viene la imagen de Luis Bárcenas, el ex tesorero del Partido Popular. Decían “Bárcena” en tiempos de nuestros abuelos, y de inmediato evocaban a Catalina Bárcena, la eximia actriz.

Catalina Bárcena fue la gran dama de la escena española en la primera mitad del siglo XX. Con Margarita Xirgu, María Guerrero y Gregorio Martínez Sierra fundó el Teatro del Arte, empresa que acercó nuestro teatro a los postulados estéticos de las vanguardias europeas.

Pues a propósito de Catalina Bárcena quiero relatar cierto sucedido. Había viajado a Colombia con la compañía Guerrero-Mendoza, y daban una representación en una pequeña localidad llamada Santa Marta. Santa Marta se halla en una zona muy castigada por los huracanes. Uno de esos meteoros se había llevado la techumbre del teatro donde debía actuar la compañía, Y la empresa, como el percance ya se había repetido en otras ocasiones, había decidido no reponerla, con lo que la sala carecía de techado. Estaba a cielo abierto.

En la obra en la que intervenía Catalina Bárcena, ella, en una escena, debía estar tumbada en un diván. La veía allí Díaz de Mendoza y exclamaba: “¡Está muerta! ¡Está muerta!”.

El día de la representación en Santa Marta todo fue bien hasta ese momento. Pero en el instante en que el galán soltaba un tonante “¡Está muerta! ¡Está muerta!”, un remolino de aire entró desde lo alto y le levantó las faldas a la Bárcena. Levantarse las faldas y bajárselas ella automáticamente con las manos fue todo uno. Y el jolgorio del público, el natural, gritando: “¡No! ¡No! ¡Está viva! ¡Está viva!”.

He traído a colación esta anécdota de Catalina Bárcena, a propósito de Luis Bárcenas. Porque si ella aparecía en el diván como muerta, el ex tesorero parecía desaparecido de la actualidad, como informativamente muerto. Y si el viento levantó las faldas de la actriz, el señor Bárcenas puede levantar una polvareda con la actitud que está emprendiendo. Y si unas faldas se pueden bajar de un manotazo, una polvareda como la que se avecina puede ser más difícil de despejar.

O, por lo menos, me lo parece a mí.

Mercedes CORDAT


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